Cuando ya no pude aguantar más, me levanté y abrí la puerta. Todo mi cuerpo temblaba de miedo, mis ojos ardían, pero eso no me importaba en ese momento. Hades estaba frente a mí, me miró con lástima e intentó abrazarme, a lo que di un paso atrás y levanté el dedo índice en el aire.

—No me toques.

Cualquier toque me hacía recordar a él.

Cualquier toque me hacía recordar todo el asco que pasé con él.

—Vete —le dije esperanzada de que me hiciera caso. Esperaba que Hades pudiera comprenderme sin explicaciones.

Hades atendió a lo que quería, sin decir una sola palabra se fue, sin embargo sus ojos me decían todo, lastimosamente había aprendido a leer su mirada, y eso a veces no es tan bueno, pues te das cuenta de sentimientos que quizás no querías saber.

Hannah se acercó a abrazarme y me alejé también, pero empecé a llorar más, y más, cubriendo mi rostro con las manos y murmurando cosas.

—Tranquila, ey…

¿Cómo iba a estar tranquila después de que se filtrara un vídeo mío así?

—No sabía que ese vídeo existía, Hannah.

Y era verdad, nunca me habían pedido permiso para grabarme mientras tenía sexo, más que no tuve relaciones con nadie desde hace tres años, ese vídeo era desde hace mucho.

No me afectaría tanto si no fuera por esa razón.

—¿Desde hace cuánto es ese vídeo? Fue de cuando…

La miré a los ojos con la pregunta que no dejaba mi cabeza.

—¿Fue mi culpa?

Sus ojos se aguaron.

—Nunca ha sido tu culpa, Estela...tú no…

La abracé y seguí llorando. Tuve que llorar porque no podía gritar y decir todo lo que sentía, más allá de tristeza en mis sentimientos se apoderó el miedo y el coraje.

—¿Me merezco ésto realmente?

Hannah negó con su cabeza, una de sus lágrimas cayó sobre mi hombro.

—¿Ese vídeo lo grabó Marck?

Marck.

Marck.

Marck.

Tres años antes.

Toronto, Canadá.

Marck examinó mi atuendo llevando su mirada desde mis pies hasta mi cabeza, sonrió de oreja a oreja y cuando se acercó, retrocedí. Sus ojos negros esa noche se veían más oscuros de lo normal.

—Bonita, ven aquí.

La música de la fiesta ya no se oía por lo alejados que yacíamos, solamente nosotros dos estábamos en ese callejón oscuro y solitario.

Le sonreí sarcásticamente, caminando sobre mis tacones para tenerlo al frente. Iba a quitarle esa expresión de ganador que siempre portaba, sí, lo aguanté demasiado, pero ya no.

—¿Qué quiere, mi señor? ¿Qué me quite la ropa frente a usted?

Me quedé callada mientras él se relamía los labios.

—¿O qué me arrodille y se la chupe como la morena de la fiesta? Elija.

Su expresión al terminar de decir la frase fue un poema, se enserió y llevó una de sus manos a mi cintura, recorriendo mis curvas hasta llegar a mis senos, presionó la yema pulgar en mi pezón derecho, erecto por el frío. La brisa movió su cabellera rubia de un lado a otro, sin compasión. El viento ese día era cómo él conmigo, moviéndome y usandome a su antojo.

Un beso bajo las estrellas ©✓Where stories live. Discover now