· SIETE ·

96 14 5
                                    

Mérida.

Tiré otro atuendo sobre mi cama, no empacaría mucho, sólo lo necesario para llegar a otro pueblo, lejos de DunBroch. Sí, me iría muy lejos, no sabía por cuanto tiempo, o si quiera si volvería. Pero estaba decidida a marcharme, respirar un aire sin tensión donde pudiera sentirme en paz y libre.

Ya no sería más la princesa de DunBroch. Por ahora, sólo sería Mérida, una chica común y corriente.

—Sigan buscando —escuché la voz de mi madre tras la puerta y me apresure a esconderme bajo la cama.

La puerta se abrió, parecía traer una vela, puesto que la oscura habitación dejó de ser tenue para empezar a expandir brillo. Los pasos de mi madre fueron escasos deteniéndola hasta la mitad de la habitación.

—¿Pero qué pasó aquí? —logré ver que se acercó a la cama haciendo que me acurrucarse más—. Mérida es demasiado desordenada —refunfuñó, lo que me hizo hervir la sangre.

Me sorprendía que no estuviese preocupada, que sólo notara que había un desorden en mi cama y no que ya tenía medio día desaparecida. Eso me enfureció tanto, sentía mi cara arder y maldije más de una vez.

Escuché un sollozo.

Salí de mis pensamientos asegurándome que eso fue lo que escuché.

Mi madre se sentó sobre la cama y soltó otro sollozo comenzando a llorar.

—Elinor, amor, ya no sé que contarles a los Lords par que se distrai.... —alguien se había asomado a la puerta y por la voz, reconocí que era mi padre—. ¿Elinor? ¿Qué tienes, cariño? —entró presuroso con un gesto de preocupación que se podía definir en las sombras. Tomó las manos de mi madre y se arrodilló ante ella.

—Es por Mérida, estoy preocupada —confesó volviendo a derramar más lágrimas.

—Oh, no, no, querida, no llores... Ella va a aparecer —intentó consolarla.

—... No entiendo porque simplemente no se abstenía a casarse...

—Bueno, querida, Mérida es... —pensó un momento y cada segundo me ofendió—. ¡Es diferente! ¡Sí! Ella es... liberal, valiente, decidida... La has educado muy bien, podrá ser una gran reina sin necesidad de tener que casarse —trató de convencer pero no lo logró.

—Simplemente que buscaba otro resultado —su comentario no me extrañó. Mi madre se levantó de la cama caminando cerca de la puerta para dar una que otra vuelta—. Toda su vida, le exigí para que fuese una princesa responsable, dedicada, elegante...

—¿Alguien como tú? —ella miró a mi padre con un gesto de confusión—. Cariño, Mérida así es perfecta, sus gustos y cualidades podrán ser diferentes, pero eso no la convierten en una mala reina.

—Se está comportando de una manera muy inmadura, Fergus.

—Sí, ha llegado a extremos, pero es porque nadie la escucha.

—¿Y qué hay que escuchar? ¿Que no quiere un esposo? ¿Que quiere ser soltera y siempre andar disparando flechas? No, Fergus, ella tiene un deber para con los clanes. Para mejorar la pobre economía de ellos, y más la de los Hooligans, que por como van las cosas, ellos van ganando su mano, eso es algo positivo... —concluyó para sí misma.

—¿Y qué es bueno para Merida? —mi padré se levantó, quedando a mayor altura que mi madre—. Todo esto lo hace por obligación y porque no tiene otro remedio.

—Sólo quería que se volviera una mujer dedicada, decidida y con un buen carácter... —ella empezó a excusarse y mi padre la tomó de los hombros haciéndola suspirar y bajar la mirada—... No quería convertirla nunca en mí... Jamás quise...

Latidos | Escape con DragonesWhere stories live. Discover now