· CINCO ·

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Desaceleré el andar de mi caballo apenas me introduje al sombrío bosque, traté de escuchar buscando algún sonido que me revelara la posición de la princesa. Anduve unos instantes hasta que oí a otro caballo relinchar fuertemente.

—Princesa —dije agitando las riendas para acelerar nuevamente el paso.

Traté de adivinar el provenir del relinchar sin detener la velocidad de mi caballo. Entre las ramas de los arboles que me golpeaban y arañaban, visualice un movimiento color negro. Era el caballo de la princesa. Llegué hasta la zona en que se ubicaba, era despejada de árboles.

Mi caballo detuvo por cuenta propia su rápido andar de una manera muy brusca, provocando mi caída, en la cual rodé hasta que, con ayuda de una enorme roca, me detuve con el impacto. Gracias al fuerte choque de mi cuerpo con la sólida roca, me empezó a doler en gravedad mi espalda sacándome un gemido.

—¿Tú? —escuché la hermosa voz de la princesa muy cerca, llevé mi vista a donde provenía la confundida voz encontrando la silueta de una melena enredada a contra luz.

Ella se arrodilló y la pude contemplar mejor. Parecía estar arañada y su vestido rasgado y sucio.

—¿Qué haces tú aquí? —tenía un tono de molestia.

Traté de sentarme pero no podía moverme, puesto que me provocaba más dolor.

—¡Ahg!

—Me seguistes —concluyó con el ceño fruncido.

Antes de procesar sus palabras mi mente se concentró en el extraño circulo de rocas que se erguían en diferentes tamaños y formas, el lugar no parecía normal o natural. Los caballos evitaban entrar, haciéndome saber que le tenían temor al sitio.

—Primero que nada —dije tratando de enderezarme, ella al notar que no podía solo, me ayudó a ponerme de pie—, yo la seguí porque estaba preocupado de que le pasase algo.

—¿En serio? —alzó una de sus finas cejas con una altanera sonrisa—. No me digas, ¿eres de esos chicos que creen que las princesas no saben defenderse porque solo conocen de clase y belleza?

—Ah...

—Yo no necesito ser rescatada.

—¡Ahg! —vuelvo a quejarme cuando la princesa me suelta con brusquedad—. Bien... ¿Pero al menos Podría volver conmigo al castillo? —pregunté, por lo que ella volteó con su ceño aún fruncido, abrió la boca para aparentemente protestar pero de inmediato se contuvo.

No entendí el porque de su repentina expresión vacía, hasta que también lo escuché. Una aguda y suave vocesita se escuchaba llamándonos desde alguna parte. La princesa volteó y ambos contemplamos a una extraña y pequeña llama azul que parecía tener vida, esta flotaba en el aire y de ella provenía los susurros que eran como llamados para el oído.

Ya menos adolorido, tomé mi espada acercándome a ella y al sacarla y apuntarle, esta llama se desvaneció con un agudo suspiro.

—¿Qué haces? —la princesa bajó mi brazo molesta—. ¿Por qué la ahuyentas? —en eso, aparecieron un rastro de ellas que se adentraban en el bosque.

—¿No son espíritus malvados?

—¡No! Son luces mágicas, una leyenda nativa de DumBruch, muy famosas. Te guían hacia tu destino.

—¿Y nuestro destino está en lo más profundo de este bosque? —pregunté incrédulo.

—¿Nuestro? —cuestionó—. Es MI destino, en el cual tú te estas entrometiendo. Pero de todos modos no te puedes quedar aquí solo o te perderías —se acercó más a las luces y otra de ellas desapareció—. Sígueme Angus.

Latidos | Escape con DragonesWhere stories live. Discover now