Capítulo 34

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Se me queda viendo, y no dice nada más. Pero noto algo diferente en sus ojos.

Algo se remueve dentro de mí, porque, por primera vez en mucho tiempo, lo veo. Veo el cariño con el que solía mirarme antes.

No sé si siempre estuvo ahí y no me había dado cuenta, o si quizá acaba de aparecer. Pero sólo puedo pensar en una cosa.

Él me quiere.

Ha vuelto a quererme.

Por un momento en verdad pienso que va a decir algo, pero no lo hace. Sólo se sienta frente a mí y cena en silencio.

No consigo apartar los ojos de él, porque en mi mente surgen miles de pensamientos, muchas preguntas. Sé que se percata de mi mirada, pero no voltea, sólo come despacio, con calma, y después recoje los platos.

Lo ayudo a levantar la mesa, pero él se ofrece ocuparse de ello, incluso a lavar lo que está en el fregadero.

Veo que Willow está dormida, por lo que aprovecho para darme una ducha. El agua caliente consigue relajarme, despejarme por un momento. No demoro demasiado, salgo y me visto.

Al poco tiempo, escucho que Peeta entra al baño, y que se mete debajo de la cálida lluvia de la ducha. Willow se despierta, le doy de comer y después la acuesto.

Me acerco al espejo, me desenredo el cabello y otra vez la cabeza me traiciona, porque no puedo evitar pensar en lo ocurrido hace rato.

Él intentó acercarse, pero, aún así, no parecía dispuesto a dar el primer paso para intentar solucionar las cosas. Parece que está esperando que sea yo quien lo intente.

Quisiera culparlo, pero no puedo hacerlo, porque, en realidad, todo ha sido culpa mía.

Él lo único que ha hecho es estar conmigo en todo momento, inclusive cuando decía cosas tan horribles cuando estaba embarazada. Cuando le echaba en cara que podía no ser su hijo.

He sido terrible con él, debería intentar arreglarlo. Pero, siento que no podré hacerlo.

Soy una cobarde.

Quizá no sea tan diferente a Gale después de todo. Ninguno de los dos somos de los que piden disculpas. No estoy acostumbrada a hacerlo, el orgullo me lo impide.

Pero, sé que es lo menos que Peeta se merece. Una disculpa de mi parte, por todo lo que he hecho.

Me sobresalto al ver a través del reflejo que él entra a la habitación. Ya tiene puesta la ropa de dormir, y se seca el cabello con la toalla. Se acerca a Willow, le besa la frente con cuidado y la tapa un poco.

Se acuesta en la cama, y se mete debajo de las mantas. Sigo mirándolo a través del reflejo, el nerviosismo incrementa con cada segundo que pasa.

Sólo tengo que acercarme a él y ya está. No es tan complicado.

Entonces, ¿por qué no puedo hacerlo?

Suelto el cepillo sobre el tocador con cierta brusquedad, y respiro profundamente. No hay momento para arrepentirme, es lo menos que puedo hacer por él. Porque él ha dado mucho por mí, y no es justo.

Me acomodo el cabello sobre el hombro, giro sobre los talones, y me acerco a la cama mientras el corazón me late deprisa.

Las manos me sudan, y el nerviosismo crece.

Cuando estoy cerca, sus ojos se encuentran con los míos.

Frunce el ceño ligeramente, evidentemente confundido ñ

—¿Ocurre algo? —pregunta.

Por instinto, niego con la cabeza.

Doy un paso atrás. Pero, antes de retroceder más, me obligo a quedarme en mi lugar.

Siempre has sido tú Where stories live. Discover now