Capítulo 26

902 62 91
                                    

Peeta no vuelve a buscarme después de ese día. Parece que está bastante enfadado y resentido conmigo, porque ni siquiera hace el intento de aparecerse por acá. No lo hace, a pesar de que me prometió que no dejaría que me aleje de él.

Quizá ande demasiado ocupado con su nueva vida como padre de familia. Sea como sea, no quiero verlo.

Lo quiero lejos.

Ya no me desgastaré esperándolo, ni pensando en lo que voy a decirle cuando venga. Porque no lo hará.

El enojo aparece, pero intento ignorarlo. No quiero estar enfadada desde temprano. Últimamente, mi humor ha estado horrible, me enojo por todo, todo me fastidia... mi familia apenas y me soporta. Hay ocasiones en las que ni siquiera yo me tolero.

Soy un desastre.

Quizá Gale tiene razón, le haría un favor a todos estando lejos.

¿Quién querría estar con una persona como yo?

Las semanas han pasado tan rápido que resulta abrumador. Y con ello, los malestares han empeorado.

La barriga me ha crecido tanto, que lo único que me apetece es quedarme sentada, sin hacer nada casi todo el día. Seguro que eso ha tenido mucho que ver con que esté de malas todo el tiempo.

Me levanto de la cama con mucho trabajo, y voy al baño. Después, regreso a la cama, y me quedo acostada.

No encuentro una posición cómoda. No consigo acomodarme por más que lo intento. La espalda me está matando, al igual que los últimos días. Pero esta ocasión, el dolor es persistente, y va empeorando de a poco.

Aprieto los dientes, y reprimo un gemido de dolor. Aún es temprano, no quiero despertar a Prim o a mi madre. Pero mis esfuerzos por que ellas sigan durmiendo, son en vano, porque mi hermana abre los ojos.

Ella me mira, y se sienta sobre el colchón.

—¿Estás bien? —me pregunta. Bosteza, y se talla los ojos.

No respondo, sólo asiento con la cabeza.

No parece creerme del todo.

—No es nada —intento convencerla, me muerdo la mejilla para evitar hacer una mueca de dolor—. Estoy bien.

Ella lo deja pasar. Se viste, y sale de la habitación.

Dejo escapar bruscamente el aire por la boca, e intento acomodarme.

Veo que mi madre también se despierta. Intento volver a disimular.

—¿Todavía no vas a levantarte? —me pregunta, y busca su ropa para vestirse.

—No, me quedaré otro rato.

Giro sobre la cama, le doy la espalda para que no pueda verme, y cierro los ojos con fuerza. Escucho que ella sale. Me quedo quieta, intentando sobrellevar el dolor. Pero no cesa.

Respiro un par de veces, y aprieto los dientes. Entonces, escucho que alguien entra.

Giro despacio sobre la cama, y veo que es Prim. Trae mi desayuno.

—Hay un poco de pan con pasas —me dice—. Y acabo de ordeñar a Lady.

Me agarro con fuerza del borde de la cama. Y, a pesar de los intensos dolores, me siento.

—Gracias.

Recargo la espalda en el respaldo. Lo consigo, pero siento algo extraño.

Bajo la mirada, algo me escurre por las piernas.

Frunzo el ceño.

No lo comprendo al principio. Pero, de repente, algo hace sentido en mi cabeza.

Esto lo he visto antes, y sé lo que significa.

Siempre has sido tú Where stories live. Discover now