★CAPÍTULO 34

Depuis le début
                                    

Ir al psicólogo últimamente había sido solo un accesorio para mi vida. Sí, el año pasado avancé mucho, sin embargo ahora estoy a 20 pasos atrás de poder estar al menos como estaba el año pasado.

Decidí intentar dormir; me acosté en la cama esperando que mis ojos pesaran y se cerraran por si solos. Cada vez que cerraba los ojos, pensamientos se aglomeraban y se hacían lugar para sacarme más dudas.

Llamé a Hannah repetidas veces, ¿Qué tal si ella no estaba bien? Mi presentimiento me decía que le había pasado algo.

Y al final, contestó. Su voz sonaba ronca y entrecortada. La conversación que tuvimos duró nada más y nada menos que la eternidad de 5 segundos, no me dejó pronunciar algo más que un simple y seco "¿Estás bien?" Porque ella me interrumpió diciendo que la dejara dormir, antes de cortar la llamada en definitivo.

[...]

Parecía zombi y por lo impulsiva que de repente me puse, le acepté una salida a Hades.

Me encontraba con un espejo de mano frente a mí, intentando tapar las grandes y notables ojeras debajo de mis párpados. Eso no era todo, pues tú puedes tapar cualquier marca, pero los ojos siempre dirán lo que sientes.

Tenía los ojos irritados de tanto llorar y frotarlos con mi mano.

Diré que me dió alergia, y ya. Problema resuelto.

Qué me caiga un meteorito, por favor, estoy cansada.

Dios, mentira, soy muy joven para morir.

El cremoso corrector en barra se deslizaba con suavidad bajo mis párpados, siendo guiado por mí mano.

—¿Puedes hacerme el delineado? Por favor.

Mamá volteó a mí dirección, para encontrarme sentada en el mesón de granito beige. Ella dejó los platos que lavaba y secó sus manos con la falda que siempre se ponía para ir al trabajo. Bueno, tenía muchas faldas de ese modelo, pegadas a su cuerpo. En este caso usaba una azul marino.

Fácilmente podría hacerme yo el delineado, pero sabía que me quedaría mal.

Caminó a mí con un asentimiento de cabeza. La punta de sus tacones sonaban contra el pulido piso, cuando llegó a estar frente a mí, agarró el lápiz negro y quitó la tapa, dejando a vista la punta fina de pincel.

—¿A qué hora regresas?

—Antes de las ocho —respondí en seco con voz rasposa, bajando el espejo que sostenía para dejar mis ojos a su disposición.

Mamá comenzó a hacer el delineado e hizo un puchero débil. Sus ojos miel me miraron sabiendo que algo había pasado.

—¿Tienes alergia, cariño?

—Sí, desde ayer.

—¿Segura?

Asentí tratando de convencerla, ella ahora delineaba mi ojos izquierdo tratando de que le quedara igual al derecho.

—¿Hades y tú son novios? —cambió el tema al ver que yo no respondí lo anterior preguntado. Después de unos segundos, mamá dió pasos hacia atrás, ya había terminado lo que le pedí—. Recuerdo que mis novios me presentaban a sus familias cuando ya éramos oficiales.

—No, no somos pareja. Ya te lo hubiera dicho. —Exhalé, aliviando la tensión del ambiente. Mis manos en mi regazo jugaban con la tela suelta de mi vestido rojo fuego. Era un vestido muy bonito que mi madre diseñó especialmente para mí, desde mis pechos se ajustaba como una segunda piel a mi cuerpo, pero desde las caderas la falda tomaba vida propia. La tela carmesí rozaba un poco más abajo de la mitad de mis muslos, moviéndose con facilidad.

Un beso bajo las estrellas ©✓Où les histoires vivent. Découvrez maintenant