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Rose no regresó a Tijuana esa noche. Miguel Ángel le había dicho que se quedara en un hotel y que después pasaría por ella. Aunque intentó oponerse porque ella quería regresar a Tijuana, Miguel Ángel la convenció que sería mejor para ella. Como si él supiera lo que es mejor para ella. Pero al menos tenía un lugar decente en donde pasar la noche.
La mañana siguiente se levantó gracias a que había dejado un hueco en la ventana por donde el sol se había metido a su habitación. Una vez que esta luz le empezó a molestar los ojos, se dio la media vuelta y vio el teléfono de la habitación. Se acercó a él y marcó el número de la casa de los Arellano.
Algunos segundos después, se escuchó la voz de Enedina desde la otra línea. —Hola, Dina.— Rose habló, en el tono de voz se le notaba que acababa de levantarse.
—¡Rose!— Ella exclamó. Un suspiro de alivio se escuchó de la otra línea. —¿Dónde estás? Isabella dice que no sabe donde estás y Ramón te está buscando por todos lados. ¿Estas bien?— Las palabras de Enedina se escuchaban genuinas, lo cual aterrorizaba a Rose.
—Estoy bien y estoy en Tamaulipas, no se cuando voy a regresar pero espero que sea pronto.— Ella dijo, mordió su labio inferior. En serio quería regresar con esa familia y estar con Ramón un rato. Después de todos esos momentos que han compartido, no sabe que son. No quiere ser solo su amiga.
—Bueno pues haz lo que tengas que hacer y por favor intenta hacerlo rápido que te necesito aquí.— Enedina expresó. Rose notó el tono de preocupación y desespero en su voz.
—¿Paso algo?
Enedina suspiro. —¿Te acuerdas de la bodega que Ryan tenía acá? Alguien cayó ahí y se llevó todo el dinero que Ryan tenía guardado en el cuarto subterráneo.— Rose tragó saliva, su respiración se volvió temblorosa. —Pero no puede ser la policía porque no se llevaron la mercancía que tenemos ahí. Por extraño que parezca, tampoco mataron a la gente que trabaja ahí. Solo se llevaron el dinero.
