Capitulo 24.

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Los exámenes finales llegaron pronto a Hogwarts y a todos los profesores les tocaba revisar una cantidad inmoderada de varios pergaminos, Albus se instaló en el estudio de su casa y separó dos tandas de pergaminos, los calificados y los no calificados, alcanzó su pluma y desplegó los primeros mientras que a un lado esperaba una taza de té caliente. Escuchó el ruido de una aparición afuera de su casa y supo que era Gellert, por el Fidelio que había alzado en su residencia permanente habían prohibido las apariciones dentro de la casa, y solo unos cuantos podrían recordar donde estaban ubicados, motivos de seguridad para los niños por un tiempo.

Vio a Gellert entrar mientras se desacomodaba la corbata y los puños de su camisa negra, se acercó al profesor con una sonrisa amplia y brillante, llegó a su lado y lo besó con calma, disfrutando de no haberlo visto durante casi una semana. Albus pasó sus brazos por el cuello de Gellert para acercarlo más, lo había extrañado tanto.

– Añoraba con tenerte ya en casa – dijo Gellert sobre sus labios mientras que con su mano se apoyaba en el escritorio. – Visitarte en ese colegio solo unas cuantas horas no es suficiente.

Albus suspiró, enternecido – ¿Me extrañaste?

– Como siempre, cariño – lo besó de nuevo y se alejó para ocupar un asiento en frente de él – De no ser porqué te veo tan ocupado te follaría encima de ese escritorio.

Albus le lanzó una mirada – Ni trates de seducirme, Grindelwald, necesito terminar esto para mañana.

– Definitivamente, tu vocación como profesor me sorprende – le dijo cruzando su pierna encima de la otra – Yo utilizaría magia.

– Prefiero así – Albus se encogió de hombros – Los niños están dormidos. Me encargué de darles leche tibia con rollos de canela y calabaza. Aurelius también duerme, agotado.

Gellert asintió – Su entrenamiento fue bastante complejo esta vez.

– Me alegra mucho que lo estés ayudando, amor.

– Es con gusto, el muchacho tiene mucho potencial – explicó Gellert – Por cierto, no fui el único que te extraño. Alek y Annie también lo hicieron.

Albus sonrió apoyando sus codos en la mesa – Y yo a ellos, es increíble como me he encariñado con ambos. Alek me envió una carta, ¿lo sabías?

Grindelwald asintió – Me pidió el favor de enviártela.

– Decía que me echaba de menos – Albus exhaló, contento – Es un encanto.

– Creo que eres su padre favorito – replicó Gellert girando los ojos.

Albus soltó una risa, la ternura con la que Gellert había recitado aquella frase no tenía comparación con nada más, el profesor estiró su brazo y tomó la mano de su esposo.

– No lo creo, ambos lo seremos – susurró Albus – Mañana es la cita en el ministerio, les pondrán nuestros apellidos.

Gellert asiente, acariciando el dorso de la mano de Albus con su pulgar.

– Lo sé, están ansiosos – dijo – y yo también.

– ¿Enserio?

El búlgaro asintió – Nunca me detuve a pensar en esto, antes de conocerte, tener hijos y una familia nunca fue importante, cuando te conocí supe que deseaba tenerlo todo contigo. Verte despertar a mi lado, verte después del trabajo, besarte, hablar de niños contigo, no lo cambiaría por nada.

– Ni yo, señor Grindelwald, así que espero que esta vida que escogió a mi lado lo satisfaga hasta que estemos muy canosos y arrugados –

Gellert le sonrió – No anhelo nada más.

UNA VIDA A TU LADO. - GRINDELDORE.Where stories live. Discover now