Capítulo 77 - Conversión

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—¿Entonces al fin nos libramos de ese idiota? —José volvió a preguntar acentuando una sonrisa.

—Aún n... no —se escuchó detrás de ellos.

Los cuatro se congelaron al instante al voltear la mirada y ver su enemigo nuevamente de pie, cubierto por su sangre, y tratando de caminar hacia ellos.

—Esto es... imposible —dijo Milagros soltando su bate aterrada.

—Recibió dos disparos en el pecho y aún así está de pie y tratando de acercarse —Cecilia se mantenía incrédula a lo que le permitían ver sus ojos.

—Esto nunca va a terminar —José apretó ambos puños.

—¡Maldición, maldición, maldición y mil veces veces maldición! —gritó Sebas.

El enmascarado comenzó a soltar unas cuantas risas mientras parecía atorarse con su sangre.

—Tienen razón en algo —dijo dejando de caminar—, y es que esto... nunca va a terminar.

Tan pronto terminó de decir eso, sus carcajadas comenzaron a resonar en toda la azotea, aterrando aún más a los supervivientes, mientras Sebas, ya harto de la situación, y olvidando por completo el dolor de su brazo izquierdo, levantó el bate de Milagros del suelo, lo empuñó con fuerza, y corrió hasta el sujeto ante la sorpresa de sus compañeros.

—¡Ya fue suficiente! —gritó.

El enmascarado apenas pudo ver a Sebas, cuando este lo golpeó en la cabeza con tanta fuerza, destrozando parte de su cráneo y máscara, dejando al descubierto parte de su cerebro, y su enrojecido rostro que derrochaba mucha sangre.
Sebas retrocedió al instante, y con los demás vio el cuerpo inerte de su enemigo que seguía en pie, con el resto de su cabeza apuntando hacia abajo, pero que se iba levantando lentamente hasta estar de frente nuevamente contra sus oponentes.

—Con eso tampoco bastará, Sebas —murmuró.

El verdadero miedo se mostraba en los caras de los supervivientes, que trataban de entender qué estaba pasando.

—Tú... pero... ¿qué carajos eres? —preguntó Sebas.

—¿Yo? —el enmascarado comenzó a removerse su máscara rota dejando expuesto su putrefacto rostro a los supervivientes diciendo—: Solo soy otra persona infectada con el virus B3H3.

Fue en ese momento que todo pareció cobrar sentido para ellos cuatro.
Para entonces, Sebas y José habían tenido que procesar mucha información, pero esta última revelación, hacía más fácil entender muchas otras preguntas, que finalmente parecían tener una respuesta.

—¿Estás diciendo acaso que tú...? —Milagros se silenció.

—¿Durante todo este tiempo has sido un... zombi? —preguntó Cecilia.

—Estás en lo correcto —contestó sin titubear.

—Tú sigues vivo luego de caer de un edificio, luego de quedar atrapado con un mutado en un lugar cerrado, luego de recibir dos disparos de un arma, y finalmente podemos entender la razón —dijo Sebas.

—Yo nunca pude morir por esas cosas porque nunca estuve vivo.

—Se supone que eres un zombi. ¿No? —preguntó José— ¿Y cómo es que puedes estar consciente entonces?

—Cuando me di cuenta de que mi virus había creado seres irracionales, me enfoqué en mejorarlo, para así poder tener un producto del cual sentirme orgulloso, pero para cuando conseguí mi avance ya no tenía en quién probarlo, así que lo probé... en mí.

—Realmente estás loco —dijo José.

—Y para cuando tú te pusiste el virus... —Sebas esperó una respuesta.

—El virus me transformó en un zombi. Sí —contestó rápido el enmascarado—. Pero no perdí la consciencia ni quería comer gente. Mi resistencia aumentó, y perdí la necesidad de dormir al igual que la de comer. Y sin darme cuenta, realmente había logrado mi objetivo de encontrar la vida eterna, pero aún había mucho más que mejorar. Podía haber tenido suerte de que esta mejora no me haya convertido en otro caminante, así que para no arriesgarme, comencé a secuestrar personas para probar en ellas las siguientes versiones de mi virus.

—Así que era para eso... —dijo Milagros.

—Pero, ¿por qué nunca me utilizaste a mí y preferiste usar a más gente en mi lugar? —preguntó Cecilia

—Porque vi innecesario deshacerme de ti tan pronto cuando podía usarte para atraer a tus amiguitos, pero para mi mala suerte el plan no funcionó, y me di cuenta tarde que debí haberte matado.

Los supervivientes notaron que él comenzó a avanzar nuevamente hacia ellos, mientras metía una mano en un bolsillo interior de su chaqueta.

—¿Ahora qué hace? —preguntó José.

—No se preocupen, chicos. Miren el estado en el que está —dijo Sebas—. No podrá hacer nada contra nosotros, pero recuerden que está infectado, así que no se acerquen a él.

El enmascarado continuó arrastrando los pies, acercándose lentamente.

—No puedo creer que me estén orillando a hacer esto, pero si así tiene que ser... —sacó de su bolsillo una jeringa llena con una sustancia.

—¿Qué es eso? —preguntó Cecilia poniéndose nerviosa.

—No se acerquen a él —Sebas comenzó a retroceder al igual que sus compañeros

—Espero que con esto al fin pueda aniquilarlos de una vez.

El enmascarado descubrió su brazo, para seguidamente inyectarse la sustancia.

—¿Qué has hecho? —preguntó Sebas.

—Lo que tenía que hacer... —el enmascarado comenzó a sujetarse el estómago, para luego de varios segundos comenzar a vomitar mucha sangre, mientras sus gritos eran cada vez más fuertes.

—¿Qué le está pasando? ¿Qué fue lo que se inyectó? —preguntó José al ver al sujeto retorcerse en el suelo.

—No tengo idea —contestó Milagros—, pero esto no va terminar nada bien, tenemos que...

Notaron que los gritos comenzaban a cesar, notando en el enmascarado muchos cambios.

—Él... está creciendo —advirtió Cecilia.

—Tiene... garras en las manos —José comenzó a retroceder más.

—Sus músculos y su mandíbula... —Milagros tragó saliva— se están agrandando.

—Él... —murmuró Sebas— se ha convertido... en un mutado.

Death in Deep: Muerte en lo ProfundoWhere stories live. Discover now