26. Roomies

257 16 1
                                    

— ¡MARIANA, DEJA MI COLLAR, CARAJO!

— Sandra, préstamelo, por favor. Está divino, ¿Se lo regaló el Doctor Calderón? — Subía y bajaba sus cejas.

— Sí, sí, sí. Deja ahí, atrevida. — Le quita el collar de un tirón.

— Dámelo, porfa.

— Vea, la altanera. No. — Niega.

La morena hace un puchero con sus labios que a la vista de Sandra se veía muy tierno, tanto que su corazón se hizo pequeñito.

— Bueno... Me convenciste. — La pelinegra se lo entrega y Mariana salta de la alegría.

— ¡Ah! Gracias, te amo.

Una de sus roomies corre hacia su habitación con el collar en sus manos.

Sandra ríe.

— ¡Sandra, ayúdame a cocinar el arroz! — Aura María grita desde la cocina.

— ¡Voy!

Camina rápidamente hasta aquella encontrándose con la castaña haciendo refresco de maracuyá con Jimmy al lado pegado como chicle.

— Tu crío no se despega de ti. — Dice burlándose.

— ¡No soy “crío”, ya estoy grande, Sandra! — Se queja.

La menor rueda los ojos.

— Siempre tuteándome, Jimeno. Respeta a tus mayores. — Musita la pelinegra mientras vierte el arroz en la arrocera.

— ¡Que no soy Jimeno!

Aura María carcajea ante la ridícula pelea entre su hijo y su amiga.

— Bueno, te aguantas, Jimeno.

— Si no me dejas de molestar, voy a llorar. — Amenaza provocando que Sandra ría.

— Llora pues.

— A ver, dejen de discutir. Sandra, termina de hacer el arroz, y tú Jimmy, ve a hacer tus tareas ¿Sí, hijo? — El pequeño no tan pequeño asiente y se dirige a su habitación.

— El crío grande salió berrinchudo. — La pelinegra vuelve a hablar.

— Así como su tía Sandra.

Patiño abre la boca ofendida.

— Número uno, yo no soy tía de Jimeno. Número dos, no soy berrinchuda, ya quisieras. Y número tres... Ya no sé que decir, pero eso.

— Hagamos como que no eres berrinchuda. — La castaña dice con sarcasmo.

La pelinegra no hizo más que fulminarla con la mirada.

— ¡Que no soy berrinchuda! — Frunce el ceño y patalea. 

— Ya, no lo eres, tranquilízate.

— ¿Viste? No lo soy. — Sonríe.

<3

Todos se encontraban en el comedor comiendo lo que Sandra y Aura María habían preparado para el día de hoy. Comían gustosos, ya que, estaba muy rico. Pero, obviamente no podían faltar las conversaciones y peleas sin sentido.

— ¿Podrías dejar de decirme “Jimeno”? — Jimmy sí que se enojaba cuando le decían así.

— No. Tú me tuteas, y yo te sigo llamando así. Estamos mano a mano, Jimenito de mi alma. — Le sonríe con malicia mientras se lleva a la boca un pedazo de carne.

Sé que fue un error • MandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora