17. Close as Strangers

31 12 16
                                    

"Siento que somos tan

Cercanos como extraños"

Alexandra

Mis ojos repasan las palabras que conforman el texto que acabo de teclear. ¿Pero qué estupidez estoy escribiendo? Borro por millonésima vez el mensaje que había escrito y gruño. Estoy segura de que para este punto, hay humo saliendo de mi cabeza.

—¿Qué haces? —una voz ronca y masculina hace que despegue la mirada de la pantalla de mi teléfono.

—Avisándole a tu padre que no iré a trabajar.

—¿De verdad? Porque llevas como media hora mirando fijamente esa pantalla.

—No seas chismoso —defiendo, entrecerrando los ojos. En una parte sí tenía razón, y es que ya llevaba varios minutos mirando el chat privado con Aaron pensando en qué le iba a inventar para justificar mi falta.

Me toma varios segundos darme cuenta de que estoy hablándole con toda la confianza del mundo, como lo hacen los amigos y... Él y yo no somos nada de eso.

Levanto la mirada, dispuesta a arreglar las estupideces que como de costumbre hago. A mantenerlo profesional, como había dicho, pero en su lugar, me encuentro con una sonrisa divertida que Oliver —inútilmente—, se empeña por ocultar usando el vaso de su bebida como escudo.

Mi cerebro se desenfoca de su objetivo y todo mi ser se derrite ante la sonrisa encantadora de este molesto hombre. Hago el intento de hablar y nada sale de mis labios. Me tomo unos instantes para organizar mis pensamientos. ¿En qué me he metido?

—¿Y qué te toma tanto tiempo?

—No sé qué decirle — milagrosamente, logro formular una oración coherente.

Yo, que me la paso diciendo mentiras tan fácilmente en los rostros de las personas, ahora no podía escribir un simple mensaje con una de ellas.

Irónico, ¿no?

—Dame eso.

Antes de que mis tontas neuronas puedan procesar lo que dijo, mi teléfono escapa de mis manos y Oliver se apodera de él.

—¡Oye! Un "Alexandra, préstame un momento tu teléfono" no hubiese estado nada mal.

—Tienes una hermana, ¿no? —pregunta, haciendo caso omiso de mi protesta.

Ni siquiera pregunto cómo es que sabe eso, seguramente Aaron se lo habrá dicho dado que recuerdo perfectamente que la mencioné el primer día que llegué a trabajar en su empresa.

Un gruñido de mi parte es lo más cercano que obtiene a modo de respuesta. Él rueda los ojos y se pone a la tarea de redactar el mensaje para su padre. Al cabo de unos segundos, me devuelve el aparato y rápidamente leo lo que escribió. Resulta que mi hermanita Sophie amaneció enferma y yo tengo que cuidarla.

Mierda, ¿cómo no se me ocurrió?

Asiento el teléfono sobre la mesa y dirijo mi atención al joven empresario.

—Entonces, me trajiste aquí porque...

Después de que Oliver mantuviera su aire misterioso negándose a decirme a dónde me llevaba, me di por vencida y no gasté más saliva en vano.

Me sorprendí cuando minutos más tarde estacionó frente a un pequeño local de comida casera. Y ahora nos encontrábamos aquí, el uno frente al otro con una simple mesa entre nosotros, comiendo nuestro desayuno tranquilamente como si fuéramos buenos amigos y no compañeros de trabajo que se lanzan miradas de muerte y buscan excusas para molestar al otro.

Chained to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora