Capítulo 1

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El matrimonio de Diego era bueno y pacífico, al menos, para él. Llevaba cuatro años casado y haces tres que se había enterado de que iba a ser padre, lo que fue un poco inesperado para él al comienzo, pero poco a poco lo aceptó.


Amaba a su esposa, Paola, pero después de dar a luz ella se había vuelto rara y salía todos los días y noche, por lo que su hija, Isadora, se quedaba con Diego llorando de hambre.


Un día, su esposa se fue sin avisar, como solía hacer, pero no volvió, entonces, como el hombre estaba furioso, contrató a unos detectives para averiguar su paradero y así se enteró de que ella tenía un amante y que se había ido juntos a otro país.


Diego tenía veintiocho años y vivía en Estados Unidos; su hija tenía tres, ella era muy hermosa e inteligente. Sin embargo, era demasiado parecida a su madre, por lo que había alejado de ella. A pesar del cariño que le tenía y de que sabía que no estaba bien, no podía evitar enfurecer cada vez que la veía.


Isadora se quedaba sola en la casa con el ama de llaves, además ya había empezado a ir al jardín de infantes, lo que la ayudaba a distraerse un poco y a estar más acompañada. Siempre preguntaba por su mamá y cuando iba a volver, a lo que su padre le contestaba lo mismo una y otra vez: que no iba a regresar y que se olvidará de ella.


Vilma, el ama de llaves, tuvo una conversación sobre el tema con la niña, quién fue hablar con Diego después; él advirtió que estaba olvidando lo que era el amor maternal y que necesitaba una figura materna, pero no se preocupó mucho por eso.


Él solía ser un mujeriego que iba de fiesta en fiesta, pero cuando se casó se había controlado por respeto a su esposa. Una vez separado, volvió a su vida anterior y se prometió a sí mismo que no se volvería a casar. Ya había intentado conseguirle una madre a Isadora, pero la niña no le gustaba ninguna candidata, y él sabía que esas mujeres con las que se acostaba no eran lo suficientemente buenas como para ocupar el rol de madre. Por eso, él estaba tratando de encontrar a alguien que fuera capaz de cuidarla como lo haría una verdadera madre.


Diego era el dueño de la automotriz más famosa del país, su familia era muy influyente y reconocida. Su madre había sido modelo, y su padre había fundado la empresa y la había dirigido hasta su jubilación, cuando su hijo ocupó su lugar. Él siempre había sido un hombre importante y eso lo ayudó mucho para crecer el negocio familiar cada vez más. Además, después del divorcio, empezó a enfocarse aún más en el trabajo y lanzó muchos autos nuevos.


-- Señor Lambert, ¿va a comenzar la entrevista ahora? --- preguntó la secretaria al entrar en su oficina.


-- Sí, puedes dejarlas entrar.


Respiró hondo y esperó a que entrará la primera persona. Se pasaba todo el día e entrevistando mujeres sin descansó, pero todas estaban interesadas en él y no en la niña, de la cuál no preguntaban nada. Las convocaba como si fuera a contratarlas para un puesto de secretaria, pero, cuando las postulantes llegaban, les contaba cuál era el trabajo real. Lo hacía de ése modo por discreción, pero en realidad no tenía miedo de que salieran a hablar, pues sería su palabra contra la suya, y nadie iba a creerles a ellas en vez de un poderoso e importante hombre como él. Pero no encontraba a la chica ideal y ya se estaba dando por vencido. Además, tenía un fuerte dolor de cabeza y se había presentado una sola joven, así que le iba a indicar a su secretaria que cancelará la entrevista. Justo en ese momento, una mujer de cabello castaño, de piel clara y bronceada, bien vestida y con un rostro amable entró a la habitación y lo miró con inocencia. Él la observo y trató de descifrar si sentía algún deseo por él; vio que sus ojos tenían un brillo especial, pero no era malicia ni interés, sino un resplandor ingenuo y lleno de esperanza.


Una madre por contrato para mi hija [ PAUSADA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora