Treinta y siete

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-Páusate.- lo interrumpió Ben.-Sé que eres así, pero no creo que Marco necesite a alguien más recordándole que su vida es complicada, es lo más normal del mundo que esté mal.-

-Mierda, en verdad debí adivinarlo, siempre supe que la relación con sus padres era tensa y este año me dijo que estaba teniendo problemas económicos, pero siempre le bajó el perfil.- dijo, su cabeza dando vueltas.-Pero tiene sentido, se quedó en el equipo cuando me dijo que quería renunciar, y las ayudantías y el dormitorio...-

-Tiene sentido porque ahora sabes un poco más.- dijo Ben.

Todo lo que Marco le había revelado lo tenía ansioso y preocupado, lo que le causaba un poco de gracia considerando que siempre creyó que tener acceso a esa parte de su vida que tanto ocultaba iba a ser un alivio; pero al parecer enterarse de cosas que habían herido de una forma u otra a Marco no era algo que Derek disfrutara oír. Que no lo estuviera llevando bien era irrelevante, necesitaba mantener sus emociones a raya y ser alguien en el cual Marco simplemente pudiera apoyarse.

-¿Quizás debería sugerirle que viva aquí...? No, me va a decir que no, pero tendría menos gastos...-

-Derek.- lo llamó Maya.-He estado siguiendo el desarrollo de esta relación desde que comenzó, así que puedo opinar. Creo que lo único que Marco necesita en este momento es que lo acompañes, fin, y si quieres pedirle que viva con nosotros, ok, voto a favor, pero por ahora relájate y sigue haciendo lo que siempre haces.- le pidió.

-Necesito moverme.- dijo levantándose del sillón.

-¿Qué parte de "relájate" no entiendes?-

-Si quiero estar relajado y tranquilo cuando estoy con él tengo que hacer algo con esta... frustración.- explicó.-Gracias por los consejos.-

En los siguientes minutos se cambió de ropa y se calzó las zapatillas de correr. Salió de casa trotando, observando el vecindario distraído y saludando a los dos vecinos que reconoció, uno de ellos paseaba a su perro y Derek se detuvo a acariciarle la cabeza. No le gustaban mucho las mascotas, pero se le ocurrió que si quisiera una probablemente optaría por un perro, además había escuchado que podían ser un buen apoyo emocional. Quizás necesitaba un perro, quizás Marco necesitaba un perro...

Cuando salió de su vecindario dejó de trotar y comenzó a correr, las cuadras que avanzaba se le hacían cortas y apenas registraba el sonido de los autos que pasaban de cuando en cuando por la calle. Se topó con otros corredores y ciclistas, algunas personas en patines y más perros, algunas veces se ponía el desafío implícito de adelantarse a algunas de las personas y cuando lo lograba bajaba una vez más la velocidad de sus zancadas. En un momento decidió detenerse en un carrito y bebió un té caliente mientras observaba las espesas nubes que cubrían el cielo, una media hora después comenzaron a caer las primeras gotas.

Recorría el centro de la ciudad cuando la lluvia pasó de ser una ligera llovizna a un aguacero intermitente, por lo que decidió volver a casa corriendo a una velocidad moderada, mojarse no le molestaba e incluso tenía la sensación de que sentir las gotas cayendo por su cuerpo le ayudaba a despejar más la mente.

Las luces de la casa estaban encendidas y varias pozas de agua se habían formado a lo largo de la vereda, rebuscó sus llaves en uno de sus bolsillos y al abrir la puerta lo primero que escuchó fue a Antonio soltando un maullido tan dramático y exagerado que Derek se preguntó si algo lo estaba matando.

-¡No lo toques!-

-¡No lo toqué!- escuchó exclamar.

Una sonrisa apareció en su rostro al reconocer aquella voz y siguió el alboroto hasta hallarse en la entrada del salón. Vio a Maya sosteniendo a Antonio contra su pecho, al gato mirando a sus alrededores con ojos alarmados, y a Marco semi recostado en el sillón apretándose la nariz.

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