Capítulo 36. ¿POR QUÉ DEMONIOS...

122 13 1
                                    

¿POR QUÉ DEMONIOS TODO EL MUNDO ME GUARDA SECRETITOS Y ME OCULTA LAS COSAS? NO LO ENTIENDO.

Los árboles pasaban a toda velocidad mientras los esquivaba, ya habíamos avanzado mucho, pero la noche empezó a cernirse sobre nosotros. Llevábamos muchas horas de viaje, primero en esa tartana de furgoneta y ahora a cuatro patas, era hora de parar para cenar algo y que ella durmiese.

El frío ya comenzaba a ser cada vez más evidente, y eso que estábamos a mediados de junio. Aquí parecía que el tiempo se hubiese detenido en alguna fase del invierno-primavera, porque las montañas estaban completamente nevadas, aunque también influía esa ola de frío polar por la que estaba atravesando el suroeste de Canadá. Ella se había echado sobre mí para paliar esas bajas temperaturas, ya que solamente llevaba esa camisa de cuadros, menos mal que de manga larga.

Busqué un sitio que estuviera recogido y que fuera acogedor a la vez, bajando la intensidad de mi carrera para observar mejor los alrededores. No tardé mucho en encontrar uno, me dirigí hacia allí, olisqueando la zona para cerciorarme de que no había chupasangres a la vista, y me detuve.

Me eché en el terreno y ella se bajó de mi lomo. Mientras se quitaba la mochila, yo me levanté y me fui a cambiar de fase detrás de un enorme abeto. Me puse la camiseta verde, los pantalones vaqueros cortos y las deportivas negras.

―Tendremos que ir a cazar algo ―dije, saliendo de mi escondite.

Ya se había puesto un plumas de color blanco, que tenía una capucha ribeteada con pelo falso marrón, y se encontraba agachada frente a la mochila.

―No hace falta, traigo comida. ―Y sacó una lata bastante grande, alzándola para que la viese.

―¿También traes comida enlatada? ―pregunté, perplejo.

Ahora entendía que pesase tanto esa dichosa bolsa.

―Sí ―asintió, sacando más latas.

―¿Y por qué no lo dijiste antes? ―refunfuñé―. No hubiéramos parado en esa hamburguesería.

Y tampoco hubiéramos dormido en esa habitación..., lo cual ya no sabía si hubiera sido mejor o peor, la verdad.

―Me apetecía comerme una hamburguesa, después de olerlas... ―alegó, mordiéndose el labio con esa carita tan adorable―. Además, he traído lo justo, tenía que reservarlas para aquí.

En fin, viéndolo así, era lógico.

―Bueno, vale ―suspiré―. Tenemos que hacer una hoguera, la noche va a ser bastante fría, puede que incluso nieve un poco ―declaré, mirando al cielo encapotado―. No me voy a alejar, pero prefiero que vengas conmigo. Camina a mi lado y no te separes de mí.

―Sí ―obedeció.

Se levantó, cogiendo esa caja metálica, se acercó a mí y me tomó de la mano. Tuve que inspirar aire para que mi corazón y mi estómago se relajasen, pero fui capaz de iniciar la marcha.

Comencé a coger las ramas que iba encontrando por el terreno, aquellas que me parecía que estaban más secas, pero llegó un momento en el que el montón que había recogido ya no me entraba en la mano.

―Si me... si me dejas un momento ―le sugerí, elevando nuestras manos amarradas.

―Ah, sí, claro ―sonrió.

Y mi mano quedó huérfana cuando ella la soltó.

Carraspeé y continué cogiendo leños.

Tal y como le había pedido, ella no se despegaba de mi lado. Y de esa extraña caja tampoco. Me fijé en cómo la llevaba. La abrazaba con fuerza, apretándola contra su pecho, como si su contenido fuera todo un tesoro para ella. Sí, vale, ya me quedaba claro que no era ningún producto femenino, tanto aferro, no era normal. ¿Qué demonios llevaría ahí, que era tan importante como para cargarla con ella a todas partes?

NUEVA ERA I. PROFECÍA (por mí, su autora). Continuación de mi Fanfic Despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora