Capítulo 23. ENCIERRO

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―¡JACOB! ―chillé, abriendo los ojos de repente.

Mi respiración iba a mil por hora y lo único que la entrecortaba era el enorme nudo que quebraba mi garganta y que ya había hecho que las lágrimas se derramasen por mi rostro.

Sin embargo, mi Jacob no estaba. Esta vez no había sido una pesadilla. Era el mundo real, la cruel y dura realidad.

Llevé mis temblorosas manos a las mejillas para secarme inútilmente esas lágrimas que no dejaban de brotar y entonces me di cuenta de que podía moverme a mi antojo. Me toqué el resto del cuerpo y la cara para comprobarlo bien. Sentía cada uno de los roces, mis manos me respondían, así como mis piernas, mis ojos, mi boca. Mi organismo volvía a ser mío.

Miré a mi alrededor, asustada y compungida, incorporándome para quedarme sentada.

Estaba en un camastro estrecho que se apoyaba en la pared, haciendo esquina, sobre una colcha de lana vieja de color gris, en una habitación pequeña y lúgubre que no tendría más de dos metros y medio de ancho por cuatro de largo. La estancia tenía una pequeña ventana en una de las paredes largas que aportaba muy poca luz y que estaba provista de una reja con unos fuertes barrotes. Debajo de la misma había una silla de madera que tenía el aspecto de ser muy antigua, al igual que el cabecero de la cama, la mesita, el armario y la puerta. Esta abría hueco en la pared corta que seguía a la de la ventana y se notaba lo dura y pesada que era. Las paredes estaban formadas por unos bloques grandes de piedra gris.

Me sentía algo mareada y no tenía ganas de moverme, los pinchazos que aguijoneaban mi estómago y que perforaban mi corazón, junto con la desazón que me invadía, eran brutales, pero, aun así, me levanté.

Corrí hacia la puerta y tiré de la hebilla redonda que hacía las veces de pomo con todas mis fuerzas, apoyando la otra mano en la pared para conseguir más efecto, pero no había forma de abrirla. Repetí esta acción más veces, entre lágrimas de rabia y desesperación. Nada, la pesada hoja ni siquiera se movía.

―¡Noooo! ―grité, pegando puñetazos a la puerta.

No podía soportarlo, tenía que escapar de allí como fuera para llegar a Jacob.

La ventana. Tal vez pudiera salir por la ventana. Los enormes barrotes no eran un problema para mí, tenían toda la pinta de ser de hierro, y haciendo palanca con cualquier utensilio de la cama y con mi fuerza de medio vampiro seguramente podría hacer un hueco por el cual pasar.

Me aparté de la puerta y me dirigí a la ventana corriendo. Sin embargo, mi agitada respiración se transformó en llanto de nuevo cuando vi lo que había al otro lado.

La altura que me separaba del suelo era bastante grande, era la equivalente a seis pisos, y desde allí solamente se veían árboles por todas partes, una densa vegetación que lo cubría todo. Me desplacé un poco para tener visión desde otro ángulo y mis ojos se abrieron como platos.

No llegaba a serlo del todo, pero el edificio en el que me encontraba se parecía bastante a un castillo. Estaba hecho completamente de piedra gris, y parecía muy antiguo, pues en algunas partes de la fachada todavía seguían marcados los cañonazos sufridos por los vestigios de una guerra acontecida siglos atrás, algunos de los agujeros todavía tenían las bolas de hierro incrustadas, como si el tiempo se hubiera detenido justo en el momento de su impacto. Sin embargo, no había saliente alguno que me ayudase a descender si salía por la ventana. Era imposible bajar por aquí, incluso para un semivampiro como yo.

El bosque rodeaba a la construcción por todas partes y lo único que conseguía emerger del mismo eran las torres del pequeño castillo, puesto que eran los únicos elementos constructivos que tenían tanta altura. Fue entonces cuando supe que yo estaba en una de ellas. Solamente veía la que estaba en el otro extremo, pero me imaginé que el castillo constaba de cuatro torretas idénticas situadas en las esquinas. Donde yo me encontraba había mucha altura, como en la atalaya que estaba al otro extremo, y, tomando las pautas arquitectónicas que se seguían en la época medieval, la planta del castillo debería ser más o menos simétrica, así que faltaban dos torretas más que yo no podía ver porque quedaban al otro lado del edificio. Mi cárcel estaba en la planta más alta, ya que conté los pisos de la torre que veía al otro extremo y llegué hasta seis alturas, justo lo que había calculado antes.

NUEVA ERA I. PROFECÍA (por mí, su autora). Continuación de mi Fanfic Despertar.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant