Capítulo 7. ENCUENTRO

153 10 1
                                    

No me dio tiempo a decir más.

―¡¿Cómo se atreve?! ―gritó el que se había arrojado hacia mi amiga.

Su media melena lisa y morena estaba suelta y se dividía en dos por medio de una raya rectísima y perfecta que cruzaba toda su cabellera y que la dejaba caer sobre su cara a modo de cortina entreabierta. Aun así, eso no impidió que sus agresivos ojos rojos escarlata resaltaran sobre esa tez blanca como la cal.

Pero no eran solo esos ojos los que nos amenazaban. Los otros tres encarnados pares no eran menos asesinos.

En cuanto vi cómo los cuatro vampiros se abalanzaban hacia nosotras, me levanté de un salto vertiginoso, tirando de Helen por su brazo para cargarla a mi espalda, y eché a correr a la velocidad del sonido.

―¡Sujétate bien! ―le mandé a mi amiga, agarrándola yo a ella también para que no se cayera hacia atrás.

―¡Eres uno de ellos! ―chilló con histerismo, tirándome de los pelos―. ¡Suéltame!

Los vampiros ya estaban pisándome los talones.

―¡¿Quieres que te entregue a esos cuatro?! ―amenacé.

Los casi imperceptibles tirones de mi cabeza cesaron y sus brazos pasaron a rodear mi cuello para aferrarse bien fuerte.

Apreté el paso para tratar de aventajarlos, pero ellos seguían corriendo más deprisa que yo, y tampoco podía acelerar más, puesto que Helen no podría soportar tal velocidad.

―¡Casi no puedo respirar! ―afirmó Helen con voz quejumbrosa, ratificando mis pensamientos.

―¡Ya los tengo encima, si reduzco la velocidad...!

Mi frase se quedó colgando. Uno de los vampiros llegó a nuestra altura y se puso a correr a nuestro lado izquierdo. Era enorme, más alto que Emmett, incluso. Su pelo era de un rubio muy claro, casi blanco, con un corte muy apurado, y su piel era tan albina, que las venas muertas que atravesaban su cara se transparentaban.

El vampiro se quedó observándome, extrañado, mientras corríamos a la par y después chistó con desprecio.

―¿Qué es esto? ―se burló con esa voz grave, tocando mi mejilla con su enorme dedo. Luego, arrugó la nariz―. ¿Un vampiro que huele a perro?

Helen estaba aterrada, los latidos de su corazón eran frenéticos, latían con tanta fuerza, que retumbaban en mi espalda. Su garganta se quedó muda y su brazo estranguló aún más a mi cuello, del miedo que tenía.

Aparté la cara de ese dedo a la vez que apretaba los dientes e iniciaba el desvío hacia la derecha.

Sin embargo, otro de los vampiros se puso al otro lado y cortó mi trayectoria. Este también era rubio, pero la longitud de su cabello era un poco superior y su color era bastante más oscuro que el de su gigantesco compañero, era un tono dorado, y lucía una barba bien arreglada de la misma tonalidad. Su altura era semejante a la de mi padre y su piel era idéntica a la del gigantón.

Ahora me encontraba en medio de los dos, y los otros me pisaban los talones, flanqueando a sus amigos.

―Vamos, hermosura, entréganos a la chica ―me instó mi nuevo vecino con un tono fingidamente amable y una media sonrisa forzada que pretendía simular amabilidad.

Por fin identifiqué su acento. Era de Europa del este.

―¡No! ―grité yo.

El semblante del vampiro cambió de sopetón, mostrándome su verdadera faz ya sin tapujo alguno. Su comisura cayó repentinamente y sus cejas bajaron profundamente, inyectándose con ira en esos ojos rojos y despiadados.

NUEVA ERA I. PROFECÍA (por mí, su autora). Continuación de mi Fanfic Despertar.Where stories live. Discover now