—¡¿Ochenta?!—grita Hunter, poniendo el carro en marcha—. Espero que la envíen a un spa cinco estrellas los fines de semana.

Isis me ve con los ojos abiertos de la impresión.

—Lo entendí perfecto, todo—.su voz tiembla de la emoción contenida—. ¿Cómo están ustedes? ¿Tú cómo estás? Te noto cansada.

Y eso que me esforcé en maquillarme.

Desde la noche que pasé con Eros, hace tres días, no he dejado de pensar y analizar lo que ha dicho. Le he dado tantas vueltas al asunto que me siento en un mareo que no sé cómo detener.

No he sabido de él desde esa noche, como lo ha dicho, no ha interferido en más que enviarme un ramo de rosas y margaritas al trabajo, con una nota con la fecha y hora de la cita que me ha apartado con Dunderg, deseándome buenos deseos.

Supongo que es el romance del nuevo siglo, regalar citas para las psicoterapias.

—Las clases, trabajo, lo usual. Estoy comiendo bien.

Descansando, no tanto.

Ella me mira examina el semblante de manera crítica. Me hace un gesto con la mano para que acerque la cara, me baja el párpado inferior, revisando que tan rojo lo tengo.

—Estás anémica, no te creo—rezonga, soltando mi mentón—. Es la preocupación, hija, trata de llevar las cosas con calma, ya sé que es complicado, pero los extremos no son sanos.

Por el rabillo del ojo veo a Hunter asentir, de acuerdo con mamá.

—Si como bien—me justifico pobremente.

Ella chasquea la lengua, no me cree nada. Es cierto que no he estado bien, trataba de retrasar lo innegable, para tratar de prepararme a la caída, pero uno nunca está preparado para ello.

Resultado de la conversación que sentí descarnada con Eros, las cosas tomaron un tono claro, aún la mirada se me llena de lágrimas al recordar cada frase dicha por él, porque tiene razón, necesito la ayuda que abandoné, eso ya lo sabía, pero me costaba aceptarlo, pero también me hizo darme cuenta de que yo no necesitaba un 'decídete y abre los ojos', necesita oír un 'está bien no estarlo, yo te entiendo y te respeto'.

Una cosa es el apoyo, otra la comprensión. Porque puedes explicarte las veces que quieras, pero no puedes hacer que nadie se sienta como tú, esa es la realidad. Pueden entenderte, pero no lo viven como tú.

La ansiedad me sigue carcomiendo la cabeza, el nerviosismo continúa fatigándome, quiero confiar que volviendo al sillón de Dunderg me sentiré más libre de preocupaciones, pero me siento tan bloqueada y sofocada, con miedo, sintiendo ojos impresos en mi nuca, que no sé como llegaré a ese punto dónde el corazón me palpite a un ritmo normal.

—Bueno, ¿cómo sigue Eros?—pregunta mamá, acomodándose el cinturón de seguridad alrededor de las caderas—. Que peligro, casi se me sale el corazón cuando vi las noticias, ¿ya saben quién fue?

—Sí, el tipo es sicario, lo consiguieron en Harlem. No iba con más intenciones que asustarlo—le digo o único que sé por cuenta de Agnes—. Eso fue lo que dijo, obviamente nadie le cree. Esperemos que pueda dar información certera contra quien lo contrató, él mismo no sabe mucho.

Una nube de tensión se aloja en el techo del vehículo. Los tres nos reservamos las palabras, asimilando de a poco lo que ha ocurrido, lo cerca que estuvo Eros de...

No, no vayas por ahí, Sol, es la vía que tienes que saltarte.

—Las cosas están como... peliagudas—habla mamá varios segundos después—, tengo miedo, Sol.

The Right Way #2 Where stories live. Discover now