Son más parecidos de lo que ellos creen aunque se nieguen a aceptarlo.
***
Ryan Thompson no tenía ni la más mínima pizca de miedo de arriesgar todo lo que tenía a su alrededor. Ryan estaba más dispuesto a mentir sobre su pasado, presente y futuro co...
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La última semana había estado bastante tranquila, me había concentrado en el trabajo y en crear buenas relaciones con mis nuevos socios; que era lo ahora importante.
Ya había leído el manuscrito de Ryan y tenía que admitir que era bastante bueno. Estuve llamándolo en varias ocasiones para hablarle acerca de su nuevo contrato, pero no obtuve respuesta.
Mandé a Jules a buscar información acerca de él y su familia y nada; no encontró nada. Era la primera vez que esto me pasaba, y aunque me molestaba también hacia que el interés por él aumentara cada minuto; esto no era nada normal, NO LO ERA.
Flashback
—Necesito saber algo sobre él.
—Pero no hay nada, Loren...
—¿Su familia? ¿Su procedencia? ¿Dónde estudió y qué ha estudiado? —la paciencia se me estaba empezando a perder.
—Nada, Loren. Es que no hay nada.
—¡¿Tiene algún perro o algún maldito pájaro?! —grité desesperada.
Jules tomó aire y lo soltó de golpe.
—Ya te dije que no hay nada.
—Esto no puede ser...
Busqué rápidamente en la base de datos de la empresa y marqué el único número que me salía en la información de él.
Se fue a buzón.
—¿Quién se cree?
—¿Cómo dijo?
Jules me miraba divertido mientras yo caminaba de un lado al otro de la oficina. El ruido de mis tacones era lo único que se escuchaba.
—¿Quién se cree para no responder mis llamadas?
—Seguramente está ocupado.
Me mordí el labio, me paré frente a él y suspiré.
—¿Cuándo estás ocupado rechazas mis llamadas, Jules? —pregunté, con un poco de picardía en mi voz.
—No...
—Exacto —me alejé de inmediato cuando vi cómo se removió inquieto en el asiento—, y él tampoco.
—¿Entonces qué harás? —carraspeó.
—Una de las cosas que más odio —me tiré sobre el sofá—. Esperar.
Fin del Flashback
Me encontraba recostada sobre la cama con una copa de champan en la mano. Mi casa era enorme y sola, y en momentos como estos era lo que menos gustaba. Era tanto el silencio que podía escuchar el crujir de la madera y algún plato resbalándose sobre la encimera. Podía escuchar el sonido de la ventana abrirse y luego cerrarse a causa de la brisa que entraba empujando suavemente la cortina.
