Capítulo 2

15 3 0
                                    

Jace Bardem

El sonido de la campana es lo suficientemente fuerte para retumbar en cada rincón del instituto, lo que se multiplica diez veces más entre las divisiones de metal. Honestamente no sé qué hace con su lengua pero comienza a sentirse incómodo.

—Oye Maddy— digo aprovechando que es momento de regresar a clases para terminar con esto. —Hora de volver— ella no podría estar más buena pero es el peor beso que he tenido.

—Créeme, no me interesa una clase de biología si puedo quedarme contigo— dice y vuelve a lanzarse a mí provocando un estruendo en el baño.

—Lo siento Maddison, tengo práctica— digo tomándola de las manos alejándola de mi cara. —No hay forma de que me la pierda— finalizo y salgo del compartimiento

—¡Mi nombre es Madelaine, idiota!

—Como sea, si el director te ve saliendo del baño de hombres te va a suspender— respondo y río ante su mirada. Tiene unos lindos ojos azules que amenazan salirse de su cara, probablemente está insultándome tanto como puede en su mente, pero hay demasiadas miradas sobre ella así que se limita a organizar su falda y huir del lugar.

A decir verdad no siento culpa alguna cuando estas cosas pasan, y vaya que pasan a menudo. Estoy seguro que no soy el tipo de persona a la que visualizan en una relación fija, definitivamente no es la impresión que doy. Conozco bien las historias que hay sobre mí pero no podría importarme menos, todos aquí tienen un estatus o reputación falsa que no pueden borrar sin importar lo que hagan. Quedas marcado eternamente, o lo que dura la preparatoria, con la primera impresión que le das al resto del instituto, luego de eso te quedan dos opciones: luchar contra la corriente de rumores para restablecer tu vida social o, a tu manera, moldear el título que te fue dado.

Comienzo a correr hacia el gimnasio cuando noto que tengo solo un par de minutos para llegar mientras cambio mi camiseta por la del uniforme. Juro que es la primera vez que me desvisto en medio de un pasillo pero justo hoy que ni siquiera están los conserjes debía toparme con el mismísimo director.

—Señor Bardem— dice y me detengo justo en frente de él, por mucho que lo intente no puedo evitar ver su uniceja cada vez que me habla directamente. Así que me quedo ahí, viendo una línea espesa de vello facial, con la camiseta puesta a medias y conteniendo la risa.

—Señor director, es bueno volver a verlo ¿cómo está el día de hoy?

—Feliz de volver a ver sus rostros, solo sus rostros— dice mirándome de arriba a abajo y termino de meter el brazo donde va, tal vez no quiere ver mi pecho.

—Lo siento, voy tarde a la práctica y no pensé lo que hacía, no volverá a pasar.

—No hay de qué disculparse, muchacho. Sé lo que es ser deportista— responde sonriente, si sentarse en el sillón toda la tarde para ver el canal deportivo, entonces mi abuelo también ama ser deportista, ambos poseen el mismo cuerpo atlético. —Por hoy no tienes amonestaciones, puedes irte. Dale un saludo a tus padres.

—¿Mis padres?— cuestiono aunque sé perfectamente qué busca con sus oportunidades y actos de bondad fingida.

—Claro, qué malos amigos son, eh.  Aún me deben una salida a almorzar— dice sonando muy convencido de sus palabras. Mis padres, quienes viven más en hoteles que en su propia casa, apenas y relacionan su cara con su nombre. No sé si piensa que cada vez que hace excepciones conmigo voy saltando a casa a contarles y ellos me esperan en la sala de estar listos para obsequiarle un auto a tan generoso director ¿Será por el hecho de que administran un lujoso concesionario de autos? No, nada qué ver.

Un Efecto Inesperado [𝐈𝟏]Where stories live. Discover now