Capítulo 5.

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Paso la plancha mirándome en el espejo, me fijo en el lunar que tengo bajo mi ojo mientras quito el aparato de las hebras de mi pelo. Muevo la cabeza tarareando la canción que suena por los altavoces de mi teléfono, las notificaciones no dejan de entrar. Ruedo los ojos dándole la vuelta al móvil, me coloco el pelo frente al cristal y observo mis largas pestañas acercándome más a él.

— ¿Estás lista? — giro la cabeza hacia mi amiga Laia, asiento viéndola irse por el pasillo hacia el salón — ¡Samu espera abajo!

— Sigo sin entender por qué acepto venir tan lejos de fiesta, Lai — arreglo la tela de mi vestido negro apretado, me pongo de lado y suspiro viendo una pequeña barriga que se me forma, agito la cabeza intentando ignorar esos pensamientos.

Agarro el móvil y apago las luces, camino aún escuchando la música que sale del teléfono.

— Es la primera vez que vienes tan lejos — me dice, sonriéndome desde el final del pasillo, ruedo los ojos—, además, aquí viene gente importante — alza las cejas con una sonrisa—. Igual encuentras a tu chico ideal.

— Espero no hacerlo — río pensando en Gavi, mientras me acerco al vaso que tiene sobre la mesa—, ¿puedo? — asiente.

— ¿Por qué? Es decir, ¿no tienes ganas de algo en serio? ¿Y con alguien con dinero?

— El dinero no es lo más importante en la vida — le digo con una sonrisa, ella rueda los ojos resoplando.

— No como tal, pero que arregla muchas cosas es algo que no puedes negar — asiento dándole la razón, ella me sonríe, el timbre la lleva hacia la entrada.

Desbloqueo el móvil apoyada en la barra del piso que hemos alquilado para el fin de semana. Entro en instagram antes de que el futbolista entre en crisis al no obtener respuesta desde hace dos semanas. Le escribo algo rápido para que deje de enviar mensajes y subo en la conversación, leo algunas de las cosas que me dice, la mayoría banales relacionadas con lo mucho que le molestan las amigas de mi prima.

En cuanto llego al final, veo el visto; ruedo los ojos y salgo de la aplicación con la intención de bloquear el móvil y fijarme en los invitados de Laia, pero una llamada entrante no me lo permite. Me debato entre si responder o no, siendo consciente de quién es y que, posiblemente, sea peor no responderle.

— Eres como un crío, ¿sabes? — le digo nada más descolgar, dejo el vaso apoyado en la isla de la cocina y salgo hacia un pequeño balcón.

— Llevas una semana sin contestarme, ¡podría haberte pasado algo!

— De hecho, no te he contestado nunca — apoyo los codos sobre la barandilla y me fijo en el mar—. Si me hubiera pasado algo te hubieras enterado, no entres en cólera, Alejandra te diría todo y haría comunicados por sus redes sociales cómo si la vida le fuera en ello — me fijo en mis uñas escuchando un gran ruido de fondo—. ¿Desde cuanto hay tanto ruido en una residencia?

— Esto... — alzo una ceja reprimiendo una sonrisa.

— No hace falta que me digas nada, si no somos nada — me río, viendo pasar a un grupo de chicos por debajo del balcón—. Pero que no se sepa, no me apetece tener unos cuernos que no me dejen entrar por una puerta, aunque sean falsos.

— ¡Olivia! — suelto una carcajada al escuchar su grito— No... si es que... — frunzo el ceño al escuchar la voz del novio de mi prima distorsionada al lado del chico—. Sí, hablo con ella — ruedo los ojos, mantengo mi atención puesta en mis manos—. No, claro que no le voy a decir que estamos en su... — abro los ojos al instante, él se queda en silencio al otro lado de la línea—. Olivia, tengo que dejarte.

Fuego Amigo • Pablo GaviWhere stories live. Discover now