Capítulo 2.

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Paso las hojas de las partituras, muerdo la tapa de uno de los subrayadores y suspiro. Cojo el boli y miro hacia los papeles que tengo en frente. No puedo más. Recojo las hojas y las guardo en el clasificador, llevo los resaltadores a una caja en la estantería, donde tengo más.

Mi teléfono suena por la entrada de notificaciones, pero lo ignoro, desde que el futbolista me empezó a seguir, mis redes sociales se han visto revolucionadas. Saco l bolsa de deporte del armario y meto ahí lo necesario. Cierro todas las ventanas, para que la casa mantenga la menor temperatura posible sin tener que poner el ventilador, quito las llaves de casa del colgador de la entrada.

Gabri se fue hace un par de días, y no me acostumbro aún a estar sola, pero sé que sería mejor estarlo que tener a mi prima y a su novio aquí pululando.

Cierro y paso el pestillo, me cercioro de que mi madre no me ha mandado ningún mensaje sobre su inminente llegada con mi prima, cambiándome completamente los planes. Bajo las escaleras del edificio, dos plantas, sin ascensor. En realidad ascensor hay, pero ya cuando nos mudamos Gabri y yo no funcionaba, una historia de la cual no conocemos precedentes.

El aire cálido de Barcelona me da en la cara nada más abrir la puerta del portal, es insoportable. Camino hacia la parada de bus más cercana y me siento, por suerte no hay demasiada gente a estas horas. Es lo suficientemente temprano para que la gente se quede en su casa por el calor que hace, y lo suficientemente tarde para lo mismo.

El autobús de la línea 13 para frente a mi, sonrío al conductor mientras paso la tarjeta del transporte por el lector. Camino en busca de algún sitio libre para sentarme, me acabo quedando en pie al lado de una de las ventanas. Veo pasar el la ciudad bajo mis ojos, mi casa desde hace un año. Suspiro pensando en lo bien que estaría en Asturias y no aquí, muerdo la punta de la lengua y agacho la mirada. Leo de nuevo la notificación del MD del futbolista, lo ignoro, de nuevo.

Aprovecho para responder al chico que me dio clases particulares este verano, con el que llevo hablando desde que volví del pueblo. Responderá en cuanto tenga un momento, siempre está bastante ocupado, hasta en estas épocas.

Me fijo en la playa y pulso el botón del autobús, para poco tiempo después, un poco más adelante. Me bajo sin pensar y camino hacia la arena, no hay nadie por aquí. Bajo las cosas un poco, cerca del mar, según internet la marea está bajando, por lo que no habrá problema en que se mojen. Escondo el teléfono entre mis cosas y me pongo el bikini bajo el vestido, que me lo quito en cuanto ato las cuerdas de la parte de arriba.

Camino hacia el agua y su temperatura cálida me recibe, no tiene nada que ver con las aguas del cantábrico. Me meto sin pensar y nado un poco, voy hacia las boyas y vuelvo atrás, sin perder de vista en ningún momento mis cosas. Me dejo llevar por la corriente y aprovecho para dejar salir todos mis pensamientos. Sólo existimos el mar y yo.

Salgo hacia la toalla un rato después, lo más probable es que ya haya cogido algo de bronceado sólo por la manera en la que el sol refleja en el agua, de manera directa. Me siento en la tela de cara al mar, por suerte todo sigue en su sitio. Busco una pequeña libreta de color negro en mi bolso e intento dibujar las líneas naturales del mediterráneo.

— Hola, disculpa — me giro hacia quién me habla, una chica me sonríe—, ¿quieres jugar un partido de vóley con nosotras? — me quedo mirando hacia ella, observo detrás de su cuerpo a varias personas más— Nos falta uno, y eres de las pocas que hay por aquí que dudo que me lo niegue directamente — sonrío y asiento, me levanto recogiendo las cosas para la mochila —. Me llamo Nuria — extiende la mano hacia mí, la agarro con una sonrisa y se la agito.

— Soy Olivia — ella asiente haciéndome un gesto con la cabeza.

— Ven, que te presento — caminamos a la par, me comenta que ha venido unas semanas para hacerle una visita a un buen amigo—. Este es mi hermano Hugo — señala al chico—, aquella es Sara — apunta a una chica pelirroja de pelo corto—, este de aquí es Diego — mira hacia el chico con una sonrisa familiar—, ella es Clara — apunta hacia una chica de pelo color rubio y ojos claros—, este es Mario — apunta a un chico de pelo rizo—, Raúl y Paulo — su mano lleva mi atención hacia unos gemelos—, este es Dani — apunta a un chico rubio, alto y de ojos muy azules—, el hermano de Clara — la chica sonríe con orgullo—; él es Iago — apunta hacia un chico del que destacan sus ojos verdes—, y yo — sonríe, es imposible que no relacione su mirada verde con la del último chico que me presenta.

Fuego Amigo • Pablo GaviWhere stories live. Discover now