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Mitsuya y yo estuvimos en el comedor durante casi una hora. Yo me la pasé tartamudeando con demasía, y él sólo se reía.

―¡no me jodas!, mis amapolas...

Él había "insultado" aquellas plantas que tanto me gustan a pesar de nunca haber visto una en persona... y eso no se hace.

―Así es... yo opino que las amapolas deberían ser ilegales en todos los países, así no podrían seguir creando más cosas raras con todo el opio.

―pero también hacen medicina, son muy bonitas, y yo quiero que sigan existiendo.

―¿cómo puedes querer algo que nunca has tocado o visto realmente?

―no lo sé, sólo me gustan.

―¿por qué?

―porque hace tiempo me centré en ellas y quiero seguir haciéndolo, son interesantes.

―bien... ¿podrías decirme como fue que llegamos hasta el tema de las amapolas?

―claro...hmm, primero estabamos hablando de ToMan y el rumbo que esta tomando, luego se introdujo el tema de los narcóticos, entonces yo grité: ¡mis amapolas!, y tú dijiste: son malas. Después yo misma mencioné el opio y algunas sustancias que se le extraen: la morfina, la heroína y la codeína. Volviste a decir que esas cosas eran malas y empezamos un debate...

―....creí que tenías mala memoria, y sabes mucho sobre esa planta.

―tal vez recuerdo mejor las cosa que me interesan, y claramente sé mucho sobre esas buenas plantas― levanté los hombros restandole importancia, luego tomé un trago de mi bebida, té verde.

―tal vez...― él sacó su teléfono del bolsillo de su pantalón, lo encendió y puso una mueca, casi como lo había hecho Ran  ―. Me tengo que ir.

―Sí, esta bien. Nos vemos luego― me paré a la par de él, quería acompañarlo hasta la puerta principal e invitarlo a debatir sobre otro tema divertido algún otro día.

Llegamos a la entrada y el sonrió.

―¿puedo volver a visitarte?

Estaba muy agradecida de que él lo hubiera dicho, yo ni siquera sabía como mencionarle que viniera más a menudo a esta casa, tal vez sonaría raro.

―claro que sí, sólo avísame con anticipación.

Mitsuya asintió y se fue caminando con lentitud, con las manos metidas en los bolsillos y viéndose demasiado bien. Subió en su moto y volteó a verme, sonrió y casi muero; encendió la Impulse y se fue...

Entré a casa, revisé la hora y me eché a reír.

―¡¿platicamos durante casi seis horas?!, por mis amapolas, este es el día que más he socializado durante horas sin parar...

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