2. UN DÍA COMO OTRO CUALQUIERA

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Era un día cálido y hermoso.

Había una bella mujer de peinado corto pero alargado.

Llevaba como complemento un sombrero blanco, mientras estaba dando un paseo en aquel día tan maravilloso junto a su hijo pequeño.

El Niño, de tres años, tenía los mismos rasgos que la madre, color café oscuro y ojos azul oscuro, pero con el cabello más corto.

Él no soltaba en ni un solo momento la mano de su progenitora.

Los dos eran muy felices, especialmente cuando la madre le dedicaba una sonrisa con todo el amor que tenía para su pequeño y cada vez que le hacía aquel gesto, su hijo le correspondía con un abrazo.

Tras pasear un buen rato, los dos se echaron en la hierba bajo la sombra de un roble, allí mismo con ternura la madre le daba a su hijo una tableta de chocolate para que disfrutase de aquel dulce.

Él se lo come felizmente y le dedica la sonrisa más coqueta a su madre, mientras tenía la boca llena de restos del chocolate, por lo que su madre se ríe por la picardía de su retoño.

-Shinji, este mundo es muy amplio y bello, por eso debes conservarlo con la gente que te rodea-le decía la madre tranquilamente mientras limpiaba los labios de su hijo con una toallita húmeda-.

El pequeño le prestaba atención, a la vez que disfrutaba del aroma y suavidad de la toallita, extinguiendo la suciedad de su rostro.

Solucionado el problema, la madre acariciaba con la mano izquierda la mejilla de Shinji, mientras que con la derecha se encargaba de los cabellos de su hijo tiernamente.

-Y aunque no todos tengan los mismos puntos de vista, debes seguir adelante con tus convicciones.

Su madre, además de hermosa, poseía una sabiduría digna de un erudito, siendo una guardiana digna de su corazón.

- ¡No lo entiendo, mamá! -responde Shinji con inocencia-.

-Lo comprenderás cuando seas más mayor-le asegura su madre-.

Acto seguido le regala un beso a su hijo en la mejilla, delicadamente pero poniendo todo el sentimiento en aquel acto de amor.

-Tú tan solo prométemelo cielo-le susurra suavemente la madre a su hijo-.

Shinji asiente a su madre felizmente.

-Buen chico-dijo su madre por última vez-.

- ¡Shinji, ven aquí! -dice una voz grave-.

El Niño había crecido un palmo desde el último año, pero ahora parecía que en vez de llevar ropa para salir a la calle, llevaba un traje para una ocasión muy seria.

-¿Papá? -pregunta Shinji algo asustado-.

Había tres metros que los separaba, desde esa distancia Shinji podía asegurar que los rasgos distintivos de su padre eran muy parecidos a los suyos y a los de su madre, aunque con diferentes tonalidades tirando más al negro.

A diferencia de su amada madre, el padre le inspiraba al Niño un sentimiento más oscuro y aunque el hijo hacía un esfuerzo por entenderle, aquel hombre con patillas y perilla era muy frío.

Con sus gafas, el padre observaba una tumba mientras el cristal ambarino reflejaba los rayos del sol, haciéndole difícil a Shinji distinguir el color de los ojos que ese hombre le ocultaba.

Neon Genesis Evangelion Inferno I: MetamorfosisWhere stories live. Discover now