Treinta y dos: Morado

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N/A: Este capítulo fue creado con la palabra que Elisa me otorgó, la cual fue: morado.

Elisa era una niña tímida. En su anterior ciudad no había tenido muchas amigas en la escuela y tampoco fuera de ella. Según su madre, no podía encontrar en la niña algo en lo que prestara su completa atención, lo cual, era preocupante para alguien de siete años. Cuando su familia se mudó a Londres, Elisa comenzó a ir a una escuela muy similar a la anterior y a vivir en un vecindario igual de ordinario que el antiguo, pero al contrario que su antigua ciudad, en esa si que existía algo que llamaba su atención.

El cuarto de juegos de Elisa y sus hermanos quedaba en el segundo piso de su nueva casa; era un espacio enorme en el que poder jugar. Tenía un par de repisas para los juguetes y un enorme ventanal que apuntaba exactamente a una de las ventanas del vecino, dejando ver la casa de los Granger.

Una tarde, durante una de sus continuas sesiones de juego, Elisa observó como es que la cortina de la habitación del vecino se movía ligeramente y con eso, dejaba ver unos ojos curiosos. Al prestar un poco de atención, se percató que se trataba de una niña que aparentaba su misma edad. En un inicio ambas se mostraron tímidas, pero luego de que la niña de enfrente se riera por la divertida caída que tuvo la ojiverde, las dos tuvieron mas curiosidad de conocerse.

Al paso de los días ambas niñas se hicieron amigas; pasaban días enteros juntas, jugaban todas las tardes e incluso se quedaban a dormir en casa de la otra. Ahora Elisa estaba feliz por haberse mudado a ese nuevo país y conocer a su mejor amiga.Ellas eran una perfecta combinación. Hermione amaba leer, a Elisa le encantaba escuchar el relato de las historias; Elisa amaba ver películas y jugar con los rompecabezas, y Hermione siempre le ayudaba a armarlos o se quedaba hasta tarde viendo alguna película que pasaran por televisión. Era fácil comprender porque les resultó sencillo ser amigas durante los siguientes cinco años.

Durante unas vacaciones de verano, Elisa tuvo que ausentarse para visitar a sus familiares en su país natal, prometiendo volver y traer algo especial para su amiga. Luego de dos semanas fuera del país, lo primero que cruzó la mente de Elisa al aterrizar de regreso en Londres, fue verse con su vecina y ponerse al corriente de lo que les ocurría. Esa tarde, la madre de Elisa preparó una merienda para las dos e hicieron un picnic en el patio trasero de los Galina.

-Tengo una sorpresa para ti -mencionó Elisa emocionada-. Tienes que cerrar los ojos, sin espiar.

Hermione cumplió con las indicaciones de Elisa hasta que esta le pudo decir que se quitara las manos de la cara. Elisa tenía en sus manos un par de colgantes. En lugar de un dije, relucían un par de cristales en tonos morados, que parecían brillar con más intensidad al contacto con la luz del sol reflejándose en sus aristas. Estaban envueltos en un fino alambre color dorado, y sostenidos por un fino listón negro que hacía que toda la atención se enfocara en la piedra.

-Cuando estaba lejos de ti, me sentía triste y aburrida -relataba Elisa-, así que mi madre me permitió comprar estos collares para ambas. Cuando los vi me gustaron porque son de mi color favorito y me hicieron pensar en ti porque tú eres mi persona favorita -terminó de contar.

Hermione sonrió. No pudo evitar sentir un sentimiento cálido en su pecho, que en definitiva, la hacia sentir bien. Ella conocía muchas palabras que había aprendido en los enormes diccionarios de su escuela, pero en ese momento, no tenía ninguna que describiera sus emociones. Inesperadamente, besó la mejilla de Elisa mientras unía sus manos encima de los colgantes.

-Son muy lindos -afirmó Hermione y permitió que Elisa le colocará el suyo, para después ayudar con el de su amiga.

-¡Como tú! -comentó Elisa, recibiendo una sonrisa como respuesta.

One-shots of Elisa GalinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora