Veinticuatro: Inseguridades

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La última imagen que tuvo de ella fue cuando subió al avión. Había pasado un año desde que se despidieron en el aeropuerto, prometiéndose charlar todas las noches por llamada e intercambiar mensajes a lo largo del día. Su promesa no duró más de un mes, cuando de repente las llamadas no fueron contestadas y los mensajes nunca vistos.

Elisa se cuestionó por mucho tiempo si había cometido un error que egoístamente no notó, pero luego de un par de meses con la mente llena de imaginarias situaciones, prefirió dejarlo en el olvido o al menos eso intentó. Por más que lo quisiera, no encontraría algo que le disgustara lo suficiente como para tenerle rencor. El dolor en el pecho que aun sentía cuando la recordaba seguía siendo el mismo que la primera vez, cuando descifró que las cosas habían terminado. Eso era lo único que la mantenía encerrada en la realidad.

Un año a cualquiera podría serle suficiente para superar una relación, sin embargo, ese había sido el primer amor de Elisa, y en definitiva tratar de suprimir en el fondo de ella misma todos sus sentimientos después de estar cinco años enamorada de lo que creía que era su chica ideal, definitivamente no era fácil.

—¿Elisa? —llamó su amiga sujetándola del brazo para atraer su atención, a lo que ella solo respondió con un lleve murmuro—. Esta noche iremos a los bolos con los chicos de la oficina y como sabía que te negarías incluso antes de que te preguntara, les dije que estarías ahí sin falta.

—No quiero ir —respondió cubriendo su rostro con sus manos—. Esta noche tenía planeado terminar mi casa en Minecraft —Yuyu miró con cierta intriga a su amiga, por lo que Elisa tuvo que a completar—: es ese juego donde todo es cuadrado y puedo construir la casa de mis sueños con el único miedo que me lo destruya un creeper —finalizó Elisa recordando esa trágica ocasión cuando el moustro destruyó su mansión.

—Okey... Definitivamente irás a los bolos conmigo —dijo, manteniendo una mirada asustada por la salud de su amiga, y Elisa sabía que no le quedaría opción.

Por la noche, ambas chicas en compañía de un par de sus compañeros del trabajo llegaron al boliche. A pesar de que Elisa preferiría estar concentrada en su pc, debía admitir que el entorno no se veía tan mal como temió. Habían canciones populares ambientando y una barra con el suficiente alcohol para que nadie atinara una chuza, además, el local no estaba tan lleno como de costumbre, por lo que podrían jugar con tranquilidad sin tener que pelear por conseguir un espacio.

Elisa tenía cierta facilidad para cualquier tipo de juego que requiriera más habilidad mental que física, por lo que evidentemente no era la mejor jugando bolos. Después de intentar derribar todos los pinos y fallar en repetidas ocasiones, prefirió buscar algo de beber, pensó que al igual que sus compañeros, tal vez el alcohol la beneficiaría.

—Un shot de tequila, por favor —pidió apenas se sentó cerca del bar y el cantinero comenzó a servirlo. Cuando el trago estaba frente a ella, antes de pasarlo por su garganta, respiró profundamente y entonces lo bebió. Elisa apenas hizo una mueca ligera por lo fuerte de su bebida y pidió que su pequeño vaso fuera rellenado de nuevo.

Estar en ese lugar le recordaba a su antigua novia y las veces que ella pasó enseñándole a jugar, por lo que no se sentía con la suficiente comodidad para entrar en ambiente justo como sus demás compañeros. Nuevamente se llevó el alcohol a los labios y lo ingirió con menos pesadez que el primero, para después pedir un rellenado más.

—¡Si que tienes práctica con el tequila! —Habló una chica que se colocó al costado de ella, por su vestimenta podía distinguir que era una mesera del local.

—¿Esto? —Elisa levantó su vaso—. No es nada, una vez bebí más de siete shots en menos de cinco horas y salí lo suficientemente sobria como para recordarlo pero lo bastante ebria como para decir un trabalenguas en otro idioma —rieron.

One-shots of Elisa GalinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora