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✨ | BAYA DE INVIERNO |✨
HALLEY
Mis manos se mueven con delicadeza cuando consigo espolvorear la azúcar refinada sobre las fresas que reposan sobre la cubierta de la tarta. Con un suspiro de satisfacción, miro con orgullo a la creación que me tomó toda la mañana: Una tarta de fresa, rellena de crema pastelera y cubierta con las mejores frutillas que pude encontrar.
Quizás le lleve un poco a Luna antes de colocarla en el mostrador, quiero regalarle una rebanada de la tarta a manera de pedirle perdón por no pasar tanto tiempo con ella y para agradecerle a Luna que cada noche me espera despierta en el ático.
Mientras cocino, percibo a las risas que vienen desde las mesas de la cafetería y mis oídos se percatan de que la mayoría habla acerca del Catálogo de Selección. Han pasado dos semanas desde que lo anunciaron y es una noticia que se volvió tendencia de la noche a la mañana. ¿Cómo ignorarlo? El hecho de que cinco Escarlatas vayan a comprometerse con plebeyas ha puesto como locos a todos, no hay mujer que no desee participar.
Pese a que han dicho que la muestra de sangre es de carácter obligatorio para las mujeres de dieciocho a veinticinco años, todas han ido sin reprochar.
Yo fui a dejar la mía hace unos días y todas lucían emocionadas por recibir un pinchazo en la mano o en el brazo. Como le tengo fobia a las agujas, mordí a mi labio inferior durante todo el proceso e hice un esfuerzo para no acabar maldiciendo a los Escarlatas. No quiero gustarles a hombres insensibles como ellos.
Aunque claro, tal escenario es una simple fantasía y no hace falta ser un genio para adivinar que el Catálogo ya está arreglado. Las Elegidas serán Naranjas y una que otra Amarilla, con suerte, una que pertenezca a los Verdes.
Supongo que, en sí, la población se encuentra feliz porque el Norte por fin se ha vuelto nuestro aliado y ha prometido que ni Branwell ni Araich nos someterán.
—¡Halley! Deja de perfeccionar tanto a esa pobre tarta, bien sabes que se venderá en cuanto los clientes la vean ¿Quién de aquí no ama a tus postres?
Cuando estoy por terminar con mi creación, Loui intenta arrastrarme lejos de la azúcar y de las fresas partidas.
—No he terminado todavía —murmuro, a punto de checar si la crema pastelera aún seguía fría.
—¡Sólo será un momento, ven! Estamos leyendo a las noticias más exclusivas del Catálogo.
—Pero las órdenes...
—¡El turno está tranquilo, vamos, no reniegues!
No me queda otra opción más que dejarme arrastrar por Loui, quien me obliga a estar sentada en medio del grupo que se aferra a un periódico nuevo.
Mi vista se dirige hacia el titular y luego viaja a las fotografías de un hombre cuyos ojos azules se muestran serenos, no hay ninguna sonrisa en sus labios y su cabello café oscuro se encuentra perfectamente peinado.
