Epilogo

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Tres años después, Gulf se quedó a los pies de las dos cunas que había en la habitación infantil de Danegold Hall, observando orgulloso a sus gemelos, JJ y AJ. Habían nacido muy pequeños. El niño, JJ , tenía el pelo plateado, era alegre, inquieto y dormía poco, mientras que AJ era una bebé de pelo plateado mucho más tranquila.

Para su padre doncel eran su milagro personal e incluso dos meses después de su nacimiento, todavía no podía creer que fuesen sus hijos. Al fin y al cabo, después de casarse con Mew, no se había quedado embarazado tan pronto como había esperado. No había ocurrido y, después de hacerse unas pruebas de fertilidad había tenido que recurrir a una fecundación in vitro en una prestigiosa clínica americana. El proceso había sido estresante y duro, y la primera vez se habían llevado una gran desilusión, ya que había fracasado, pero la segunda había ido bien. No era capaz de describir la felicidad que había sentido al ver las dos pequeñas figuras que tenía dentro del vientre unas semanas más tarde. Ni siquiera se había dado cuenta de que se había puesto a llorar hasta que Mew le había secado las lágrimas.

El nacimiento de los mellizos había sido sencillo, un alivio para Mew, que no había querido perderlo de vista durante más de doce horas seguidas en todo el embarazo. Todavía lo atormentaba lo que le había ocurrido a su madre al intentar dar a luz a su hermano y había pensado que tener un hijo era lo más peligroso que una mujer o doncel sano podía hacer. Solo entonces había entendido Gulf que Mew le hubiese dicho que sería feliz con él aunque no tuviesen nunca hijos. Por aquel entonces le había dolido, le había preocupado que en realidad no quisiese un hijo, pero se había equivocado al temerse aquello. A Mew le había aterrado que algo saliese mal, por eso su parto había sido asistido por varios médicos importantes. A Gulf todavía le picaban los ojos cuando se acordaba de Mew abrazándolo después de dar a luz, casi sin mirar a los recién nacidos.

– Gracias a Dios que estás bien –le había susurrado con voz temblorosa–. Eso es lo único que me preocupaba hoy.

Incluso después de tres años, Mew lo quería en la misma intensidad que él de hecho, su amor era cada día más fuerte. – ¿Otra vez mirándolos? –le preguntó a Gulf una voz masculina que le era muy familiar.

– Lo siento, no puedo evitarlo, todavía no me puedo creer que sean nuestros –le confesó el doncel, girándose hacia la puerta para mirarlo.

Mew seguía afectándolo como el primer día. Era normal, era un varón increíble.

Él esbozó una sonrisa y se acercó a sus hijos.

– Son tan bonitos cuando no están berreando –admitió en tono divertido–. Esta mañana parecían dos dictadores de rostro colorado.

– Tenían hambre –los defendió el doncel.

Mew lo hizo girarse muy despacio.

– Yo también. Tengo hambre de mi bello esposo. Lo quiero para mí solo un par de días.

A Gulf le brillaron los ojos al apoyarse en su cuerpo y descansar una mano en su hombro.

– ¿Vas a tomarte unos días de vacaciones?

– Todavía mejor. He organizado unas vacaciones en una isla desierta.

– No creo que sea el mejor lugar para llevar a los niños.

– No van a venir.

Gulf abrió la boca para protestar.

– Tus generosos hermanos van a quedarse con ellos. Va a ser nuestro tercer aniversario de boda y tenemos que hacer algo especial.

– Pero... no podemos irnos sin ellos...

Mew arqueó una ceja.

– ¿Ni siquiera con dos niñeras, con tus hermanos y con todos los trabajadores de la finca para cuidar de ellos?

Gulf se mordió el labio inferior.

– Yo también te necesito –murmuró Mew, inclinando la cabeza para acariciarle la boca muy despacio.

Sabía que Gulf nunca se podía resistir a eso.

– Y yo diría que tú también me necesitas a mí –añadió.

– Bueno... –dudó Gulf–. ¿Una isla desierta?

– Una playa blanca, el mar azul, sin ropa –le contó Mew.

– ¿Esa es tu fantasía? –dijo Gulf riendo.

– Una fantasía que estoy decidido a hacer realidad –le contestó su marido mirándolo de manera muy sexy con sus ojos negros–. Y mucho más placentera de lo que puedas imaginar...

– Seguro que sí –admitió Gulf aturdido–. Siempre cumples lo que prometes.

– Estoy loco por ti –murmuró Mew, besándolo apasionadamente.

Gulf estaba demasiado feliz y centrado en el beso como para responder. Una segunda luna de miel en una isla desierta. Con Mew para él solo. No, no tenía ni una sola queja acerca de aquel plan de acción.

Llegamos al final, les contare que seguire subiendo las adaptaciones, espero que les gusten y las disfruten

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Llegamos al final, les contare que seguire subiendo las adaptaciones, espero que les gusten y las disfruten.

E.D.R.Where stories live. Discover now