Séptimo capitulo

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Cinco días después, Mew estaba en la terraza que había en su despacho del yate, tomándose una copa con Stefano Cravero.

El resto de los invitados estaban bañándose y tomando el sol en la cubierta principal., como estaba tan acostumbrado a ver a mujeres y donceles medios desnudos que casi ni los miró. Él único que llamó su atención fue un castaño que se movía, elegante como una gacela, entre las sombras.

– Gulf es todo un hallazgo –comentó Stefano con cautela, observando que el doncel se sentaba a leer un libro.

Mew apretó los dientes. «No lo sabes bien», pensó con frustración. Había intentado alejarse del doncel, pero eso tampoco había funcionado. Era como un puzle al que le faltasen varias piezas: incomprensible y exasperante.

– Muy natural, cariñoso, fresco... –continuó Stefano, sin molestarse en ocultar su apreciación.

– Muy fresco –replicó Mew.

– No veo que le prestes demasiada atención...

– Gulf prefiere que no le hagan mucho caso –le contestó él, preguntándose cómo era posible que hubiese ido a dar con la única persona que no reaccionaba ante aquello.

Mew, que estaba acostumbrado a que las mujeres y donceles se acercasen a él con ganas de complacerlo y entretenerlo, no sabía qué hacer con uno que prefería guardar las distancias.

Alisa se sentó al lado de Gulf a la sombra.

– Tengo demasiado calor –protestó la esbelta rubia.

Gulf no se molestó en sugerirle que se diese un baño tal y como iba, en topless y con una minúscula braguita, ya que sabía que Alisa no querría estropearse el maquillaje ni el peinado. Él, por el contrario, se bañaba y nadaba varias veces al día, ya que no soportaba pasarse el día sin hacer nada.

– Esta es la última noche de los invitados –le recordó Alisa–. ¿Qué te vas a poner para ir a la discoteca de Lookin Rooms?

– Ya encontraré algo –respondió él sin más.

Vio a Mew en la terraza de su despacho con Stefano. Alto, muy guapo, inescrutable e impredecible. Prácticamente lo había ignorado después del encuentro que habían tenido en su despacho. Era educado cuando tenían compañía y se comportaba como si fuesen pareja, pero había intentado no volver a tocarlo. Era normal, después de lo que había hecho él. Le había dicho una cosa y después había hecho otra. Mew debía de estar harto de aquello y él también. Era como si tuviese una doble personalidad, una que seguía recordando su turbulenta niñez con una madre que era una devora varones, y la otra parte que le recordaba los estrictos límites morales que había intentado inculcar a sus hermanos al tiempo que les servía de ejemplo. El sexo solo por placer no entraba en sus parámetros y no se sentía avergonzado por contenerse y respetar sus principios.

– Espero que no te importe, pero te he comprado un conjunto para la ocasión, y lo he dejado encima de la cama –le dijo Alisa sonriendo de oreja a oreja.

En los últimos días, Gulf había aprendido a relajarse un poco al lado de la secretaria, que se esforzaba mucho en aconsejarlo. Se había dado cuenta de que Lillian se había ocupado de los invitados de Mew en otras ocasiones y era consciente de que le había usurpado su puesto. Por eso le había sorprendido tanto su amabilidad, aunque había resultado una sorpresa muy agradable, sobre todo, en comparación con la fría actitud con que lo trataba Mew.

– Seguro que tengo algo... –le dijo Gulf.

– No has traído nada para ir a la discoteca –le aseguró Lara–. Y querrás encajar... por una vez.

E.D.R.Where stories live. Discover now