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La boca de Troy se abre entre sorprendida y entusiasmada. Atrapo la vergüenza y la desecho, si le pedí que me acompañase es por una razón, y es que me genera la suficiente confianza para ventilarle mi vida sexual, con Hera no podría, ¿a quién le gusta enterarse de la vida de cama de su hermano? Seguro que a mí no, y Lulú se sonroja furiosamente cuando oye la palabra vagina.

Tenía que ser Troy, conociendo la boca sin cuerda de Valentina, se le escaparía esto delante de su papá.

Ella me hace una seña con el dedo para que la siga, cerca de la caja, una pared repleta de cajas y cosas que me recuerdan a una ferretería y no a un sex shop, roban mi atención, y en tanto Troy revisa desde el inicio, mientras me acerco a la mitad, en el espacio de ropa interior de cuero falso, con más cuerdas, ganchos y cosas picudas que tela.

Me rasco el costado de la cabeza, no quiero usar nada de esto, no soy una dominatrix, probablemente me ría cada vez que lance una orden. No, no es lo mío, me gusta comandar de vez en cuando, pero disfruto mucho más de lo contrario.

—Mira este kit—habla Troy, volteando una caja para leer el dorso—, tiene esposas para manos y tobillos, paleta para las nalgadas, varita de pluma para después de las nalgadas, antifaz, látigo, tapón bucal, pinza para los pezones y un lindo collar—levanta la mirada, bastante convencida—. Es muy básico, pero con creatividad, se logran muchas cosas.

Leo en el empaque lo que mi cabeza se ha negado a procesar. Todo eso suena como los implementos para sacarle la verdad a quien sea a punta de torturas, no sé si debería asustarme eso, o que me produzca una oscura pero agradable sensación de ansiedad.

—¿Básico, dices?—cuestiono, con la risa atorada en la boca.

Ella me da una mirada evidente.

—El mundo del BDSM es más extenso que Alaska, Sol—repone, pulsando una uña en la caja—. Esto te servirá para conseguir la firma, créeme.

Tenía una avalancha de preguntas empujándose entre ellas en la punta de la lengua, pero preferí dispersarlas. No le veía la disposición a hablar sobre eso, no quiero orillarla a contar algo que quizá, no esté dispuesta a compartir, ya aprendí mi lección.

Aunque me duele más el no cuestionar que morderme la lengua.

Echo la caja a la cesta y poco antes de alcanzar la ventanilla de pago, detengo los pasos de golpe.

—Me falta algo más—le susurro.

—¿Los condones de sabores?

Niego, revisando si me pasé alguna zona. Juraría haber recorrido de cabo a rabo este lugar, y aún así, no di con...

—Un plug anal.

Su sonrisa enaltece la dilatación de sus pupilas.

—Vi varios por aquí.






El clima en las calles es extrañamente no tan frío. Un rayo de luz separa las nubes, un ligero cambio que mañana desaparecerá, y hoy aprovecho, tomando un batido con Troy, luego de esconder las bolsas en el maletero de la camioneta.

No son nada disimuladas, el nombre Erotika de la tienda en rojo y una cola de diablo llama la atención de cualquiera.

En cuarenta minutos tendría que estar almorzada en el trabajo, pero ni Troy tiene hambre ni yo ganas de probar bocado. Al caer la tarde Eros tiene que aparecerse por el bufete con su abogado representante, y firmar el acuerdo para proceder con el proceso final de la separación. Los plazos se le están agotando, si no firma, el trámite pasará a manos de un juez y es lo que trato de eludir.

The Right Way #2 Where stories live. Discover now