Prólogo

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En los treinta y cinco años de vida de Bud Illis, jamás había experimentado un momento tan incómodo.

Se arrepintió profundamente de no haber acompañado a Choi Han a cortar leña, cuando le había mandado una mirada significativa para abandonar el campamento y dejar a esas dos bombas de tiempo solas.

Ahora tenía que soportar como trataban de ignorarse el uno al otro con todas sus fuerzas.

¿Cuál era el problema?

—¿Tienes hambre? —Le pregunto a Cale.

—No.

Bud se sintió cortado por tan afilada respuesta, jugando con sus manos le preguntó a la otra persona que era más receptiva.

—Mi señorita, el clima es frío ¿Quieres una manta?

—Estoy bien, gracias.

Las tres personas quedaron en silencio nuevamente. A mala hora Ron había ido a cazar conejos para la cena, o Beacrox a preparar los utensilios de cocina, hasta los niños con un promedio de 10 años habían escapado mientras podían.

—Dile a esa persona que debería abrigarse bien, podría pescar un resfriado. No es que me importe, pero preocupara a otros innecesariamente.

—Bud-nim, dígale a esa persona que debería comer algo primero, suficiente peso ya perdió.

Bud quería arrancarse el cabello de frustración.

—¡Díganlo ustedes mismos! ¡están enfrente del otro!

Nuevamente silencio.

Par de tercos.

No podía entender si estaban peleados, avergonzados o una mezcla de ambas cosas.

—Supongo que todo estaría bien, si cierta persona no hubiese insistido en rescatar a un estúpido idiota, ahora estaríamos en casa, con los niños. Disfrutando de un merecido gran descanso.

—a veces, debemos hacer un esfuerzo por personas idiotas que significan algo para nosotros. Además, nadie le pidió a cierta persona que me acompañara. Se invitó solo.

El silencio reino nuevamente en el pequeño campamento.

—Iré a ver porque la señorita Rosalyn aún no regresa de su patrullaje.

Intentó levantarse para escapar, pero dos personas hablaron al mismo tiempo.

—Siéntate.

—Siéntese.

Bud tomó asiento tan rápido como se había parado, no quería empeorar el ambiente. Ahora totalmente desesperado hablo con lo primero que se le ocurrió.

—¿Han escuchado la fábula de los amantes malditos? Es muy popular en el continente oriental.

—Cállate.

—Se escucha interesante. Hable Rey mercenario. Lo escucho.

Arriesgando el cuello Bud abrió la boca.

—De niño era mi historia favorita.

—No me interesa.

—Debe ser un cuento interesante. Cuéntelo.

Ignorando a cierta persona que no dejaba de rezongar, Bud continuó.

— Trata sobre una valiente maestra de la espada y el último santo del Dios de la muerte. Ellos se enamoraron locamente, pero ofendieron a una olvidada Diosa, arrebatándole al humano que amaba. Así que condenó con sus últimas fuerzas en este plano a la maestra de la espada a perder cuatro veces al amor de su vida, el santo. No importa dónde o cuando. Inevitablemente serían arrastrados el uno al otro enamorándose locamente. Para luego perderse de manera desgarradora. Pero como no era del todo malvada, les dijo que una vez levantada la maldición en la quinta vida. Ellos podrían estar al fin juntos.

Cale bufo ante ridículo cuento.

¿Qué tonterías estaba contando Bud Illis?

—Sabía que dirías algo estúpido.

Bud miró a Cale ofendido.

—Oye, no es estúpido, es ¡trágico! ¡trágico!

—Hmp.

—Es muy conmovedor —La chica junto las manos. —Lo entiendo Bud-nim, también soy una romántica.

—Sabía que si era la señorita Frey, entendería la profundidad de la historia.

—Idiotas.

Y una vez más el silencio llenó el lugar.

Que alguien salve a Bud Illis. 

You are not trash [Cale Henituse] Trash of the count's familyWhere stories live. Discover now