CAPÍTULO 6

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Los Ángeles le hacían sentir triste a Lucy y ella no entendía el porqué. Su corazón se estrujía cada vez que el auto se adentraba cada vez más al barrio de Encino Hills. Bostezó y optó por cerrar sus ojos un buen tiempo hasta que su padre le diera la orden de bajar del coche.

— Cariño, llegamos en casa. — fueron las palabras de su madre.

Lucy abrió lentamente sus ojos y suspiró. Bajó y junto a ella sus maletas, no tenía muchos ánimos. Su família la había separado de Daniel Larusso, su mejor amigo.

— ¿Por qué no pudo venir con nosotros? — preguntó un poco triste por la situación.

— Cariño. Fue decisión de su madre. Sabes que nosotros no tenemos ningún problema de que Larusso viniera con nosotros. — fueron las palabras de su padre.

En el tiempo que había convivido Lucy junto a Kreese, podía sentirlo diferente. Ella ya no era la luz de sus ojos. A veces demostraba desinterés hacia ella, le gritaba y hasta fue capaz de levantarle la mano en Newark. Su padre había desaparecido luego de la guerra, quién llegó a casa; no era John Kreese.

Tomó sus cosas y se adentró a la gran mansión. Dejó las cajas en la sala de estar y comenzó un pequeño recorrido en ésta. Luego de unos minutos, eligió su nueva habitación y se dedicó a acomodarla.

Varios meses habían pasado y Lucy sentía que convivía junto a su madre y un total desconocido

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Varios meses habían pasado y Lucy sentía que convivía junto a su madre y un total desconocido. El 18 de agosto comenzarían las clases de otoño y sinceramente no tenía muchas ganas de empezar. John Kreese había abierto una escuela de karate para mayores de quince años, ése era su nuevo hogar para el padre de Lucy.

— Hoy quiero que me hagas el favor de llevarle ésto a tu padre, cariño. — habló su madre mientras terminaba la pequeña vianda. Ella asintió no muy convencida.

— Mamá. — habló mirando un punto fijo de la ventana. Su madre le prestó atención. — ¿Te has dado cuenta que Kreese es muy diferente? — preguntó para girar su vista a ella.

— ¡Lucy! Él es tu padre. — cuestionó. — ¿Por qué dices éso? — preguntó mientras dejaba los vegetales a un costado. — ¿Te das cuenta del asunto verdad? Tu padre ha venido de Afganistán luego de un episodio traumático, ¿entiendes? — explicó. — Vio a sus compañeros ser destrozados por una bomba. — terminó.

— Lo sé... — respondió triste y secándose una lagrimilla rebelde que había escapado sin avisar de sus ojos color miel. — Dame éso. — pidió el pequeño recipiente con los alimentos, su madre se lo empaquetó y entregó.

— Ve con cuidado, mi amor. — ella sólo asintió y salió de allí.

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Tomó su patineta y su casco, tomó rumbo hacia la escuela de karate. Colocó sus audífonos y comenzó "The show must go on - Queen" (colocar multimedia).

La escuela quedaba a quince minutos de dónde ella vivía. Se quitó el casco y tomó la patineta en sus manos, abrió la puerta de cristal y ahí se encontraba un hombre vestido de guardia de seguridad, detuvo su paso y habló.

— Señorita, ¿en qué podría ayudarla? — preguntó amablemente el hombre mayor de edad.

— Le traigo el almuerzo a mi padre, John Kreese. — respondió quitando un sólo audífono de su oreja.

Éste la dejó pasar. Se oían gritos, abrió la segunda puerta de cristal, adentrándose al establecimiento. Sus ojos podían divisar a más de treinta alumnos vestidos con GI blancos. Todos gritaban colocando poses de pelea, ella levantó sus hombros quitándole importancia y comenzó a acercarse dónde estaba su padre.

— Sensei Kreese, le traje el almuerzo. — fueron sus palabras. Todos quedaron en silencio y dirigiendo las miradas hacia Lucy.

— Gracias, cariño. — lo tomó en sus manos y miró a todos sus alumnos, especial a uno. — Tú. — le señaló a un chico rubio, ojos celestes, alto y bandana negra en su cabeza. — Sigue la maldita clase. — éste se inclinó mostrando respeto hacia Kreese y comenzó a dirigirse hacia los demás alumnos.

El padre de Lucy se marchó junto a ella al pequeño despacho.

— ¿Cómo has estado? — preguntó con una sonrisa mientras tomaba asiento y abría el recipiente para poder comer.

— Supongo que bien. — respondió sin ganas. — Ya debo irme, sólo venía a traerte la comida. — habló con pocas ganas, estaba a punto de marcharse, cuando una mano detuvo su muñeca fuertemente hasta hacerle doler.

— Tomarás un maldito asiento y te quedarás hasta que mi clase termine. — habló para luego soltarla bruscamente.

— Está bien, Kreese. — murmuró.

Éste golpeó la mesa brucamente y se colocó de pie, ésta reacción, hizo que Lucy tomara asiento rápidamente.

— ¡Sensei! — corrigió de un grito.

— Si Sensei. — habló por lo bajo.

— ¡Más fuerte! — gritó.

— ¡Si Sensei! — respondió de igual manera que su padre.

— Bien. — sonrió y siguió comiendo con tranquilidad.

COBRA KAI |Johnny Lawrence| Where stories live. Discover now