COBRA KAI |Johnny Lawrence|

CAPÍTULO 2

Había pasado un mes. Un mes en el cual el corazón de Lucy se había roto por completo. Un mes en el que no había vuelto a ver a su padre desde ésa noche.
Johnny había sido un gran pilar en ése poco tiempo para ella. Lucy a pesar de su corta edad, sabía perfectamente porque se había marchado.

— ¿Hoy vendrás a mi alberca? — preguntó Johnny con una sonrisa y cerrando sus ojos ya que el sol le golpeaba el rostro.

— Éso no se pregunta. — respondió la niña de cabellos oscuros.

Ambos se adentraron a la casa de Lucy a comer su merienda y luego se dirigieron a la casa de John junto a la madre de la morocha para pasar el día entre vecinos.
En éste poco tiempo, la madre de Lucy se había vuelto buena amiga de Laura y Sid. Eran muy amables con ella y aparte del respeto que le demostraban por tener a un marido que servía para su país con honor.

— ¿Viste mamá cómo hice? — preguntó Lucy con una sonrisa, mientras daba una vuelta mortal en el agua. Su madre asintió con una sonrisa de oreja a oreja y siguió la conversación con sus vecinos.

— ¿Sabes cuándo vendrá tu padre? — preguntó el pequeño rubio de ojos azules a su nueva amiga. Ella hizo un puchero y negó. — Tranquila, sé que vendrá pronto. Sino, aquí estaré para protegerte. — habló mientras sobaba la pequeña y delgada espalda de Lucy.

Ambos habían tenido una muy fuerte conexión apenas se conocieron. Y más cuando Kreese se había marchado a la guerra. Últimamente Lucy se la pasaba todos los días en la casa de Johnny. Él, junto a su família no se quejaban, ya que les agradaba la presencia de la niña entre ellos. La apreciaban muchísimo.

Los dos niños se encontraban junto a sus bicicletas en la orilla de la playa tomando refrescos. La rodilla de Lucy había sanado y ahora mismo era John que se encontraba con su codo y rodilla lastimadas.
Era la primera vez que sus padres los habían dejado a ambos salir un poco más lejos de lo que quedaban sus casas en Encino Hills. Eran pequeños, pero tenían todas las seguridades posibles. No hablaban con extraños, si ven que algo no iba bien, volvían a casa, pero siempre juntos.

— Lucy. Quiero preguntarte algo. — habló Johnny mientras miraba como el lacio cabello de su amiga se movía por la gran ventisca.

Ella giró su vista al pequeño rubio junto a una sonrisa. Para Johnny, éso sonrisa era la más hermosa que había visto jamás en su vida.

— Dime. — respondió para luego volver su vista al hermoso mar que se encontraba frente a ellos.

Las olas golpeaban fuertemente entre ellas, cuándo el agua subía por la arena, con suerte y tocaba ambos pies de los dos niños.

— Hace mucho nos conocemos. — comenzó. Aunque lo pensó un poco, ya que no era demasiado el tiempo, sino habían sido nada más y nada menos que un mes exacto de haberla conocido. — En fin. Tenemos una fuerte relación de amistad y jamás había tenido eso con ninguna chica. Menos con un chico. — lo último lo dijo sin pensar y puso cara de confundido. Lucy no paraba de reír y John se puso de todos los colores de la vergüenza.

— ¿Estás diciendo que te gusto? — preguntó Lucy sin vueltas. Johnny la miró a los ojos avergonzado y asintió. — Puessss.... Tú también me gustas. — respondió ella para quitar su vista del rubio y volverla al mar.

Sus mejillas se habían tornado de un color carmesí y podía sentir como la sangre le hervía en ellas. Johnny sonrió de oreja a oreja con vergüenza.

— ¿Quisieras ser mi novia, Lucy? — preguntó sin titubear ni un poco.

La seguridad en sus palabras, hicieron que ella le devolviera la mirada con una sonrisa, con la poca edad que ambos tenían, podían sentir que estaban destinados a estar juntos.
A Lucy le dolía el estómago cada vez que su madre le avisaba que Johnny venía por ella. Jamás lo miraba a los ojos cuando le hablaba o él le hablaba, le daba vergüenza demostrar que aquél niño de contextura alta y delgada la había enamorado. Pero cómo decía su madre; "— Aún eres muy pequeña. No sabes si es el hombre de tu vida". Pero podía jurar que él si entraba en el estándar del "hombre de su vida. " y que cuándo crecieran, así lo sería.

— Si quiero. — aceptó la pequeña.

Johnny no lo podía creer. Los nervios no estaban para nada de su lado, quería sacar un obsequio de adentro de su mochila, pero el cierre de éste se había atascado.

— Tranquilo Johnny. Ven te ayudo. — tomó la punta del cierre y parte de la mochila, estirándola, haciendo que el pequeño rubio pudiera abrirlo sin problemas.

— Ten, ésto es para ti. — sacó una pequeña caja. Ella sonrió y la tomó en sus manos. La abrió y dentro se encontraba un hermoso collar de oro, tenía forma de un pequeño corazón y al abrirlo tenía una J y una L grabada.

— ¿Tan seguro estabas de que diría que si? — preguntó divertida la morocha.

— Debía arriesgar. — respondió riendo. — Mi papá...— habló. — Sid... — dijo corrigiendo lo que había dicho anteriormente. — Me ayudó a mandarlo a grabar. — sonrió.

— Es hermoso. Gracias. — lo abrazó a lo que éste le correspondió sin pensarlo. — ¿Nos tomamos una fotografía? — preguntó y Johnny accedió.

Antes de que Lucy sacara su cámara de fotos instantánea, él la ayudó a colocarse el collar recién regalado. Se abrazaron y tomaron la fotógrafía.

— Eres mi primer novio, Johnny. — habló tímida.

— Tú también eres la primera. — sonrió y le tomó las mejillas. — Y también mi primer beso. — juntó sus labios con los de él.

Torpemente Lucy le correspondió el pequeño beso. Luego se separaron algo tímidos y decidieron volver a casa.