"––Romperá sus cuerdas vocales si sigue gritando de ese modo o, aún peor, hará sangrar mis timpanos.––"

Tenía demasiadas ganas de echarla de allí del lugar, pero no era nada simple, claro que no. Dalia podría pisotearla cuanto ella lo desee. Era la reina, pero no existía nadie más que el emperador que pudiera respaldarla. No siempre Ambrosio estaría para ella y, por el momento, los cachorros aún eran pequeños. No podría lanzarcelos con simpleza, debía de aguardar a que se formaran en verdaderos leones.

Es regla que una madre proteja a sus hijos de los peligros. Ahora mismo, Dalia era un peligro para Athanasio. ¿Cómo reaccionaria si supiera que él estaba allí con ella en todo momento? Nada bueno se puede esperar de una mujer completamente desequilibrada como ella.

Es demasiado peligrosa.

—¡Athanasio! —contestó—, ¡Quiero que me regreses a mi hijo, me lo llevaré conmigo!

"––Mierda...––"

Betsabé impidió su paso estirando su brazo para no dejar que fuera hacía la entrada de aquel salón que llevaba a la parte de arriba, donde los príncipes estaban resguardados.

—No. —contestó.

Dalia miró a esta mujer con sorpresa, ¿Se había atrevido a imponerse ante ella?

—¡Guardias! —sus guardias impidieron que los de Betsabé dieran un paso, amenazando con sus espadas, dejando a la reina y a la emperatriz enfrentadas, una de ellas sin protección, la otra con el claro apoyo de sus seguidores—. ¿Quién te has creído para llevar la contra a mis órdenes, yo soy la madre de esté imperio? —fue cuando verdaderamente ella expresó el temor—. ¿Crees que porque te acuestas con Ambrosio tendrás a Obelia en tus manos?, No seas una estúpida, entiende cual es tu maldito lugar en esta familia, el tuyo y el de tu hijo.

"––Ya lárgate de una vez.––"

—¡Notaste que con Ambrosio no llegarías a nada más que a ser una simple reina!, ¡Buscas a Athanasio para convertirte en la madre emperatriz! —decía mediante todas sus palabras eran, para ella, verdaderas. Ella misma debía de reconocer que Dalia no era ninguna estúpida ni una despistada. Se había dado cuenta de todo—. ¡No permitiré que me robes mi lugar en este imperio y mucho menos en el corazón de mí hijo, Betsabé!

—¡Esa no es mí intención!— contestó la Reina —Yo solo trato de ser parte de la vida del príncipe, no sería capaz de arrebatarle a su majestad su lugar, es suyo tanto por derecho como por naturaleza.

—¿Acaso crees que soy una idiota?— tomó con firmeza a la amante de las mejillas y apretó con fuerzas —No sería capaz de creer en ni una sola de todas tus palabras.— la empujó hasta sacarla de delante suyo —No estorbes de una vez por todas y devuélveme a mí hijo.

Betsabé volvió a ponerse en frente de ella para impedirle una vez más el paso.

—¡No lo haré!— determinó —¡El pequeño príncipe está asustado, déjelo aquí conmigo hasta que se calme!

Su mano fue de lleno a su mejilla. El golpe llegó a tirarla al suelo con demasiada fuerza. Su nariz empezó a sangrar.

Cuando intentó ponerse de pie se vió con la retención en sus muñecas, dos de las criadas de la soberana la habían sujetado y estirado hacía arriba impidiéndole el que ella pudiera defenderse. La emperatriz se colocó encima suyo, dejándola en total desventaja hasta para defenderse con sus pies.

—¡Reina Betsabé! —oyó los gritos de los oficiales que no tardaron en ir contra los de la soberana de Obelia.
Una guerra entre ambos ambos se inició dentro del palacio.

—¡Vayan por mi hijo! —ordenó Dalia a los suyos. Aquellas criadas no habían dudado ni dos segundos en salir corriendo para ella traspasar la puerta que antes había sido protegida por los del palacio Garnet.

Fue entonces que se empezó a oír, mezclado con los gritos de los hombres que luchaban y el golpe de las espadas de metal, el como Dalia empezó a golpear el rostro de Betsabé hasta llegar a herirla superficialmente.

Sus gritos eran aterradores. Sus manos se tiñeron del rojo de la sangre de la ex concubina.

Los primeros heridos caían contra el suelo.

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Estela había recibido órdenes exactas de proteger a los príncipe eh impedir que se llevarán al hermano mayor. Ella y otras mujeres más habían formado una muralla alrededor de la cama en donde los pequeños monarcas se encontraban escondidos bajo las mantas.

—¡No van a tocar a los príncipes! —determinó la pelinegra. Sería capaz de todo por seguir las órdenes de su Reina y es por ese motivo que no dudo en tomar un arma que le seria de defensa.

—¡Pasaran primero por nuestros cadáveres si quieren llevarse al príncipe Athanasio de aquí! —se oyó a otra de ellas, la pelirroja en especifico quien estaba de lado de la de iris violeta.
Todas las sirvientas del palacio Garnett tomaron entre sus manos armas con las que defender (jarrones, escoba, bandejas...) y defenderían con ellos a los niños.

—¡Solo queremos llevarnos al príncipe Athanasio con nosotros de vuelta! —dijo una de las criadas de Dalia.

Estela se negó.

—¡Eh dicho que a ninguno de mis príncipes!

Todo era una situación demasiado aterradora. Claude empezó a llorar. Athanasio abrazaba a su hermanito con fuerzas mientras se ocultaba debajo de las mantas temblando aterrado.

"––No quiero que me lleven. No quiero. No quiero.––"

Sollozaba el pequeño príncipe mientras abrazaba a su hermanito. Claude ocultaba su rostro entre el pecho de su hermano mayor.

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—¡Su majestad! —Eclipse recibió las noticias con rapidez y no tardó en ir hacía donde su majestad—. ¡Hay problemas!

Ambrosio miró al castaño confundido.

—¡La emperatriz Dalia penetró el palacio Garnet con un batallón de oficiales del imperio! —fue un balde de agua helada aquello que cayó encima de él.

—Betsabé... —nombró el primer hombre que vino a su cabeza— ¡Betsabé y mis hijos!

—No tenemos informe de ellos.

Todo esto había enfurecido verdaderamente al Emperador.

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❝𝐁𝐄𝐓𝐒𝐀𝐁𝐄 ────𝘄𝗵𝗼 𝗺𝗮𝗱𝗲 𝗺𝗲 𝗮 𝗽𝗿𝗶𝗻𝗰𝗲𝘀𝘀?✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora