Pensé que le daría un ataque de asma. Y también lo deseé. Pero no pasó.

—¿Ya terminaste? —Inquirí fastidiada de su risa.

—Sí, creo...bueno, aún no... —siguió riendo como maniático por un rato más, hasta que tuvo la decencia de parar —. Espera.

Se introdujo en otra puerta. Regresó en un momento con una sudadera y un pantalón de chándal, los dejó en mis manos y me dejó sola para que me cambiara informando que iría a lavarse la cara antes de que el producto causara una erupción en su perfecto rostro.

—Maldito idiota —murmuré para mí misma —. Todo es su culpa.

Me quité el vestido, lo tiré a un lado y procedí a vestirme con la ropa que había dejado en mis manos.

—¿¡Bell!? —escuché un chillido horrorizado —. ¡No lo puedo creer!

—¿Luce? ¿¡River!? —me tiré al suelo volviéndome un ovillo.

Solo había introducido una pierna dentro del pantalón, estaba en ropa interior, y ellos decidían entrar.

—Yo estoy sola...¡ESTOY SOLA! —Vociferé esperando que Deccan escuchara y no hiciese acto de presencia en el estado en que se encontraba.

Me senté en el suelo y con dificultad  terminé de colocarme el pantalón, tomé la sudadera y me enfundé en ella a la vez que me erguía delante de los recién llegados.

—¿Qué pasa? —Los tres giramos nuestras cabezas en dirección a la cuarta persona.

Deccan, obviamente. Aún semidesnudo, obviamente.

—¿Bell?¿Qué pasó? —Lu no dejaba de mirarme incrédula por lo que daba a pensar la situación.

—No es lo que ustedes piensan —Declaré negando frenéticamente con las manos.

—Si, claro...y yo soy feo —intervino River por primera vez.

—Pero...¿Qué sucedió? —insistió Deccan.

—¡Tápate por dios! ¿No tienes vergüenza? —Ladró River en dirección a su hermano señalando a Luce.

—¡Eso mismo! —apoyé.

—Primero expliquen lo que pasó —Se cruzó de brazos el castaño mayor.

—Bell tomó la tarjeta equivocada.

—Que bueno que lo dices, Lu, no nos habíamos dado cuenta.

—Sin sarcasmo, querida Bell. No fue nuestra intención interrumpir —declaró mi amiga.

—Aquí no ha pasado nada señores. ¡Nada! —rodeé el sofá y llegué hasta Luce —. Me puedes dar la tarjeta, la correcta, por favor.

Mi querida amiga la depositó en mi mano y, de inmediato, avancé hasta la salida a grandes zancadas.

—¡Hey, florecita! —me detuve ante el llamado de Deccan —. Espero que se repita.

Me dedicó un guiño coqueto. Sentí como Luce ahogaba un grito.

—¡Mejor ordena este vertedero!

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—Gracias por obligarme a usar este vestido —Le susurré a Luce.

—Me lo vuelves a repetir y te lo arranco.

—¿Por qué te pones tan agresiva? —Chillé intentando no llamar la atención mientras desfilábamos junto a una mesa repleta de comida. Lo que se resumía a pequeños bocadillos. Comida de ricos.

Un chico amante a las flores [✓]©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum