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~DECCAN MARTIN

Levanté la vista con mis manos quietas sobre sus caderas, esperando una respuesta. Sin embargo, ella no se apartaba de mi, pero tampoco me miraba, y no dejaba de clavar sus dedos en mi espalda con mucha fuerza.

—Bell —musité alejando mis manos de su cuerpo. Apartándome de ella —. Háblame.

Acaricié su mentón con la punta de mis dedos e intenté que volteara a verme, pero tenía sus músculos tan tensos que no lo logré. La envolví entre mis brazos y sentí su corazón latir a un ritmo desenfrenado.

Cerré los ojos calmando mi respiración. Tenía que calmarme yo para poder calmarla a ella. Era lo mejor que podía hacer.

—No pasa nada si no quieres —dije apartando mis caderas del centro de sus piernas para que no sintiera el bulto dentro de mi pantalón y todo se volviese incómodo. Más incómodo de lo que estaba siendo —. No pasa nada.

Pasamos unos minutos en esa posición, hasta que ella, sin decir una palabra, se apartó de mí empujándome con suavidad antes de bajar de la mesa, arreglar su vestimenta y salir, casi corriendo, en dirección a su casa.

—Mierda ¿Qué hiciste Deccan? Idiota —Gruñí.

Seguí sus pasos y me introduje a la casa por la puerta trasera. Repasé, con cuidado, toda la planta baja, pensando todo el tiempo en que, si Ella me atrapaba en esta situación, no pensaría muy bien de mí. No obstante, Bell no estaba. Tampoco la encontré en el nivel superior. Las puertas de las habitaciones estaban abiertas, así que no fue complejo deducir que no se encontraba en el interior. Era como si se hubiese desaparecido de la faz de la tierra.

Volví sobre mis pasos hasta la puerta delantera pensando en que pudo haber salido al exterior, pero esta tenía el seguro interior puesto.

Solo me quedaba una opción.

—Hola ¿Estás...? ¿Tienes algún plan para ahora mismo? —inquirí luego de marcar un número desde mi teléfono y que la persona al otro lado contestara —. Pues,...Tengo un problema. Es que... ¿Puedes venir a la casa de Bell? Tiene que ver con ella ¡NO! No le pasó nada malo...Creo... creo que solo necesita una amiga. Ven tan rápido como puedas.

Le quité el seguro a la puerta principal, me senté, y me dispuse a esperar.

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—¿Dónde está Bell? —Espetó Luce luego de cerrar la puerta sonoramente, mirando a todos lados con el entrecejo arrugado, con preocupación.

Devolví mi vista a mis manos cruzadas en mi regazo.

—No lo sé —me puse de pie quedando delante de ella —. Salió casi corriendo de donde nos encontrábamos sin decir una palabra. Parecía contrariada, abrumada. No sé. Ni siquiera pude alcanzarla. Solo sé que está aquí, no ha salido. Pero la he buscado por toda la casa y no la he encontrado. Por eso te llamé. Estoy seguro de que te necesita y que tú sabrás donde encontrarla. Igual presiento que no le apetece verme.

—Pero ¿Qué sucedió? —Inquirió entre asustada.

—Yo me estoy haciendo la misma pregunta.

¿Qué sucedió? No creía haber hecho algo que ella no deseara, lo notaba en la manera en que me correspondía los besos, y tampoco la obligué a nada. Parecía que todo iba bien hasta que... Yo no tenía respuesta para esa pregunta.

Luce se quedó estática con la mirada fija en algo detrás de mí, como perdida en sus propios pensamientos.

—Creo que ya se donde está —Comunicó elevando el dedo índice de su mano derecha a la altura de su cabeza.

Un chico amante a las flores [✓]©Onde histórias criam vida. Descubra agora