Capítulo 4

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– Ya sé.

Hinata levantó la mirada ante la afirmación del castaño frente a ella, luego de la cena solo habían quedado ellos en el enorme comedor.

– ¿Qué sabe R-Raito-san?

– Ya lo verás. – y sin más que decir desapareció en segundos. Hinata parpadeo pensativa ante aquello.

Luego de terminar sus alimentos, con paso calmado se encaminó hacia su habitación, más alguien impidió su paso al sostener su muñeca, volteó con tranquilidad hacia el responsable.

– K-Kanato-san – pronunció con cuidado, a pesar de que le habían pedido, bueno exigido, que dejara de lado el llamarlos por sus apellidos, aún no se sentía cómoda – ¿desea algo?

– ¿Eh? – le dijo en un tono que fácilmente podría ser confundido con inocente – Jaja... Solo quiero que nos acompañes a un lugar, Teddy ha estado insistiendo demasiado en que te lo muestre, ¿no te negarás, cierto? – pronunció lo último en un tono más amenazador mientras aplicaba un poco más de fuerza en su agarre.

Hinata suspiró.

– Está bien, Kanato-san.

Y de esa manera fue arrastrada por los interminables pasillos y escaleras, hasta llegar a una habitación aislada, al ingresar las paredes moradas brillaron ante ella, decoradas con una franja blanca en la parte inferior, un candelabro colgaba en el lugar, pero lo que más le llamó la atención, fueron los diversos maniquíes que portaban elegantes vestidos frente a ella.

– Son espléndidos. – aquello pareció agradarle al pelimorado.

– Parece que no te equivocaste, Teddy.

La peliazul recorrió con cuidado el lugar, cada vestido era de boda, de tonos blanco, perla, crema y más, al igual que la variación de tonos había una variación de cortes y estilos. Camino por los pequeños pasillos, más se detuvo frente a un maniquí en concreto, lo observó con cuidado de pies a cabeza y aquello último fue lo que le llamó la atención. "Estos rostros se ven muy... reales".

Acercó su palma para tocar la figura frente a ella, abrió los ojos con incredulidad y con discreción activó su byakugan, segundos después rápidamente alejó la mano.

– Estos... s-son reales.

– Así que te diste cuenta. – el aliento tibio chocó contra su oreja, acto que tensó su cuerpo, por el rabillo del ojo miro al pelimorado, se alejó de aquel chico con rapidez.

– ¿Qué hiciste con ellas?

– Acaso no es obvio, ahora son mis muñecas, al igual que tú algún día.

Hinata apretó sus puños, ¿cómo alguien podía hacer un acto tan cruel? Pero se recordó a sí misma que no estaba lidiando con simples personas.

La batalla de miradas que se desató entre ambos fue interrumpida por el furioso grito del pelimorado.

– ¡No me gusta esa mirada! ¡Necesitas un castigo!, ¿¡no es así, Teddy!?

En segundos el chico se posicionó tras la peliazul intentando sostener nuevamente sus muñecas a modo de inmovilizarla, más Hinata volteó con agileza acertando un golpe en su pecho que lo mandó unos metros atrás.

Con los ojos vidriosos, evitando derramar sus lágrimas lo observó aún colérica.

– La vida de una persona no es algo con lo que puedas jugar, no tienes idea de cuán importante puede ser para alguien o de lo que le estás privando.

Kanato soltó una risa desquiciada.

– Así me gusta, ¡vamos, muéstrame más de esa expresión!

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