La mencionada observó la pequeña cajita que era extendida hacia su persona y la tomó con delicadeza.
– Muchas gracias Kiba-kun, Shino-kun.
– Ahorramos mucho para comprarlo. – se jactó el castaño.
– Deberías verlo. – le sugirió el de capucha.
– No deberían haberse molestado, pero muchas gracias a ambos.
La peliazul abrió lentamente el paquete, encontrándose con un bello y delicado collar, que como centro de atención portaba una pequeña luna.
Se lo colocó lentamente y les brindó una sincera sonrisa a sus amigos.
Rememoro aquel recuerdo de su último cumpleaños mientras se encontraba en el campo de batalla.
Se sentía perdida.
La enorme luna roja brillaba sobre su cabeza, podía observar esta a través del domo que había creado Sasuke con ayuda de Susanoo', más el peligro que ahora los amenazaba había pasado a segundo plano.
La necesidad de observar el collar que portaba desde aquel día se hizo fuerte, bajo la vista a esté, observando como empezaba a tornarse rojizo.
La sorpresa se reflejó en sus ojos, un ardor comenzó a expandirse desde aquel punto, ella tomó el dije intentando quitárselo. Quemaba. Ardía mucho.
– ¡Niña, muévete de ahí!
Le gritó un shinobi de Suna, lo intentó, de verdad que lo intentó, más parecía que algo la mantenía en aquel lugar sin opción de poder moverse.
Una mueca de dolor e incomodidad se formó en su rostro, volvió a jalar el dije, más este no se desprendía.
Un destello empezó a formarse a su alrededor.
– ¡Hinata-chan!
– ¡Hinata!
Escuchó en la lejanía las voces de sus compañeros, más se mantuvo concentrada en el dolor que afligía su pecho.
El destello se volvió tan fuerte que los que se acercaron tuvieron que cubrirse los ojos para no dañar sus pupilas.
Cuando la intensidad disminuyó y todos volvieron a observar.
La heredera Hyuga había desaparecido.
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