8. Descontrol nocturno.

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Al cabo que pasaban las horas y se acercaba el fin de la jornada, el arrepentimiento en Yeimy iba creciendo.
¿En que carajos pensaba cuando propuso aquello? De solo pensar en dormir bajo el mismo techo que Charly se le revoloteaba el estómago.

Sintió un leve golpe en el vidrio de su oficina, antes de ver a Charly entrar. Cuando vio su enorme sonrisa, miró la hora en su reloj y se dio cuenta de que ya era hora de irse.

—Princesa, de esta no te escapás.

—Hey, ¿sabés qué? Mejor mándame la dirección y después te caigo ¿si? Aún me queda trabajo por terminar. —Apuntó al computador.

—Mejor yo te ayudo a que lo terminés y así nos vamos juntos. Digo, para que no te me perdas por ahí. —le siguió la corriente. Como si le hubiera creído algo de lo que hubiera dicho.

Yeimy le suplicó con la mirada, tratando de que Charly se apiadara de ella.

—No me pongás esa cara de cachorro con hambre, porque no voy a cambiar de opinión.

—Charly, ni siquiera tengo ropa. Aunque sea déjame ir a buscar a la casa.

—Te conozco lo suficiente para saber que después te vas a excusar con cualquier cosas para escaparte. —Yeimy era muy predecible. Y Charly para nada ingenuo.

—Mi ropa está muy incómoda, no pienso dormir con ella.

—Entonces dormí sin ella. —propuso pícaro.

Yeimy dio un gran suspiro, suplicándole al de arriba que la sacara de la faz de la tierra.

—Hablo en serio. Esta ropa es muy apretada como para dormir con ella.

—Pues, si querés yo te llevo donde Juanchito a buscar ropa. —propuso Charly.

—Vos querés que se arme la tercera guerra mundial, ¿o qué? Olvidáte.

Si Juancho lo provocaba, él no iba pensarlo dos veces antes de meterle un puño en la cara. Pero por más rabia acumulada que tuviese, se debía controlar, a menos que quisiera volver a la cárcel.

—Mejor no. —dijo Charly después de pensarlo bien.

—Voy sola, luego te caigo allá.

—Te esperaré. —dijo, y se podía notar la tristeza en su tono, dando por hecho que no llegaría. Pero tampoco la quería presionar con algo que ella no deseara.

Ahora todo estaba en las manos de Yeimy, si no quería ir, él no la obligaría. Y si, si quería, él la estaría esperando con los brazos abiertos.

—Bien. —asintió, y Charly se despidió con la mirada.

Aprovechó que Juancho salía más tarde para ir por ropa. En el trayecto a casa, sus pensamientos tomaron el control de su mente. No sabía que hacer. Estaba en un laberinto de emociones del cual no sabía cómo salir.

Entró y agarró unas cuantas prendas para luego huir de esa casa.

Ya con su mochila de ropa lista, volvió a entrar en el auto. La imagen de los apagados ojos de Charly minutos atrás, le dolían el alma. Su cabeza le pedía que razonará y que se quedara con Zulma, o incluso que pagara un hotel. No obstante
su corazón le rogaba que fuese con él.

Encendió el carro sin saber a donde dirigirse.

Apenas llegó Charly, lo primero que hizo fue dirigirse a la recepción.

—Princesa, si es que llegase a llegar Yeimy Montoya, la dejás pasar ¿si? —dijo un tanto desanimado.

—¿Yeimy Montoya? —Inquirió boquiabierta.

Odio que no te odio.  (Charleimy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora