Sí, esto empezó desde que Elena tenía apenas ocho años, a esa edad ella ya presenciaba los gritos, golpes y discusiones que sus padres hacían.

Cuando se separaron pelearon por la chica, pero el que gano la custodia fue su papá, así que ahora vive con él.
Pero... no todo es lo que parece.

Mi mejor amiga se oculta en el deporte, exigiéndose más de lo que puede dar para demostrarle al hombre que es digna de su amor, que ella no es como la mujer que lo engaño y que ella no tiene la culpa de que su matrimonio se fuera a la mierda.

Es por eso que cada vez que pelean, ella se enoja y explota todo lo que tiene dentro, no la culpo, pero esos arranques de ira siempre terminan mal, es mejor no contarlo, por ahora.

Las horas pasan y finalmente las clases terminan, estoy agotado, tengo ganas de ir a dormir un poco.

Voy caminado hasta que me encuentro con una cabellera café, un cuerpo delgado que conozco demasiado bien. Alessandra.

- ¿Ale?- digo una vez que llego a ella.

- Nicolás.- sonríe de lado.

- ¿Qué haces aquí?

- Bueno.- aparta la vista apenada.- Quería... quería pasar el rato contigo.

- ¿En serio?- siento como mi corazón quiere salirse de mi pecho.

- Sí...- sus mejillas se tornan rojizas.

- Wow yo.- me corto a mí mismo al escuchar el timbre de mi celular, anunciando una llamada.- Espera un segundo. 

- Claro.

- Diga.

- ¿Nicolás?- escucho la voz de Elena tras el teléfono.

- Elena.- me preocupo.- ¿Qué pasa?

- Puedes... ¿Puedes venir? No... no me siento bien.- escucho como solloza.

- ¿Qué pasó?

- Es... es una de esas veces.

- ¿Dónde estas?- frunzo el ceño.

- En mi habitación, yo... yo no quise, de veras.

Mi mundo se detiene, y lo único que escucho es mi corazón latir con tanta fuerza que hasta me duele.

- No...

- De veras lo siento.- llora más fuerte.

- No te muevas de ahí, iré enseguida.

- De acuerdo...- cuelgo el celular.

- Lo siento, amm.- trato de que mi cerebro se concentre en la chica que tengo frente a mí.- Tengo que irme.

- ¿Qué pasa?

- Nada.- me alejo de ella, sin embargo Alessandra me sigue.

- ¿Qué pasa Nicolás?

Los autos pasan con mucha velocidad, escucho las ruedas chocar con el suelo, algunos carros tocan el claxon, las personas ríen y gritan.

Mi vista se nubla, mis manos pican y mi cabeza duele.

- ¿Nicolás?

- ¡Solo cállate! ¡Cállate un momento!- exploto.- ¡¿Quieres saber qué pasa?! Bien, mi mejor amiga esta teniendo un ataque de pánico y si no llego a tiempo puede pasar algo peor, así que cállate un momento.

No dejo que me conteste y salgo disparado hacía su casa, corro hasta que mis piernas arden, hasta que siento como el sudor me recorre la cara.

El cansancio me pide que pare, pero no quiero, no quiero que ella este un segundo más sola. 

No sé cuánto tiempo he corrido, pero finalmente llego a su casa. Ni siquiera me preocupo por tocar la puerta, sé que su padre está trabajando ahora mismo.

Subo a su habitación y la abro de un portazo.

- ¡Elena!

No responde.

- ¡Elena!- recorro toda su cuarto.

- Nicolás...- escucho su voz a pocos metros.

Finalmente deduzco dónde está, se encuentra en la bañera con las piernas en su pecho, el cabello mojado, su cuerpo temblando y sus ojos llenos de lágrimas.

- Aquí estás.- me arrodillo junto a ella.

- Lo siento, no quería.- la corto.

- Está bien, todo está bien.- la abrazo.

- Yo...

- Shhh.- mis ojos viajan hasta un frasco de pastillas vacío.- ¿Lo hiciste?- me separo.

No contesta.

- ¿Lo hiciste?- vuelvo a preguntar.

- Sí...

- Ay no.- cierro los ojos, tratando de meter aire a mis pulmones.- ¿Cuánto tiempo ha pasado?

- Apenas diez minutos.

- Okay.- suspiro aliviado.

- Nicolás, fue mi culpa, es mi culpa que mis padres estén separados, es mi culpa que no sea la hija perfecta que ellos quieren.

- No, no lo es.- limpio sus lágrimas.

- Si.- la corto.

- No Elena, no lo es. No dejes que él te meta esas ideas absurdas a la cabeza. Eres perfecta tal y como eres, no fue tu culpa.

Abrazo su cuerpo tembloroso, escucho como llora más fuerte, como se aferra a mi camisa como si fuera su salvavidas.

Y lo soy, siempre seré el salvavidas que ella necesita para salir de ese agujero en el que se encuentra.

- Necesito que vomites.

- No puedo.- niega con la cabeza.

- Sí, sí puedes.

- No.

- Vamos, eres más fuerte de lo que crees. Hazlo por mí.

- No...

- Por favor Elena. ¿Qué acaso no ves que sin ti no podré vivir? No me hagas esto por favor, no te vayas.- siento como se me corta la voz.

- Bien.- suspira.

La levanto y la acerco al escusado, tomo su cabello y le meto dos dedos a su garganta para que suelte todo.
Y lo hace, escupe todo lo que tiene dentro.

- Nicolás, yo.- la interrumpo.

- Ya paso, ya estás bien, todo está bien.- su cuerpo cae sobre el mío.

- Lo siento, lo siento, lo siento.- repite una y otra vez.

- Shhh, todo esta bien. Yo estoy aquí, siempre estaré aquí para ti mi niña.- acaricio su cabeza.

- No me dejes, tú no.- nuevamente se aferra a mí.

- Jamás me iré de tu lado, jamás.

Ese día, esa tarde. Pude sentir el miedo de perder a alguien importante por primera vez, esa vez sentí cómo mi mundo estaba a punto de ser destruido.

La chica siempre había tenido ataques de pánico, pero jamás había llegado a esto.
Siempre se mostraba alegre y sonriente en todo.

Supongo que las personas siempre se ocultan detrás de una mascara.

Una noche más a tu lado Where stories live. Discover now