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Después de estar como dos horas caminado a lo idiota por todo el bosque, por fin nos detenemos a descansar un momento.

Mis pies están matándome.

- Necesito agua.- dice la chica cansada.

- ¿No que mucho ejercicio?- se burla de ella el rubio.

- Sí, pero esto es más pesado.- se limpia el sudor de la frente.

- Ten.- le doy mi botella de agua.

- Eres un sol.

- Lo sé.- sonrío.

Estamos en el césped sentados, estirando un poco las piernas.
Veo a un grupo de chicas acercarse al círculo que hemos formado.

- ¿Se puede?- dice una rubia.

- Sí.- contesto.

Las cuatro toman asiento, una de ellas tiene el cabello negro, ojos azules y es demasiado pequeña.
La otra tiene el cabello castaño corto, hasta por los hombros, tiene pecas por toda la cara, sus ojos son verdes, es un poco alta, la rubia que nos hablo tiene ojos grises muy claros, casi iguales a los de Elena.

Y finalmente está ella, la misma chica que había detallado anteriormente.

- ¿Cómo se llaman?- dice la rubia.

- Cassian.

- Elena.

- Nicolás. ¿Y ustedes?

- Soy Meredith.

- Victoria.- dice la chica de cabellera negra.

- Aurelia.- habla la chica con pecas.

- Alessandra.

- Alessandra.- repito su nombre, saboreando cada letra que tiene.

- Así es.- sus ojos están puestos en los míos.

- Mucho gusto chicas.

- Y cuéntenos. ¿Por qué su amigo no esta con ustedes?- pregunta Victoria.

- Esta con su novia.- dice mi mejor amiga.

- ¿Ustedes son muy unidos cierto?

- Sí.- contesta Cassian.

Seguimos hablando sobre nuestra vida, dónde estudiaremos, qué estudiaremos, qué nos gusta hacer y todo eso.

Pero yo no puedo apartar mi vista de aquella chica de ojos color avellana.
Tiene un lindo nombre, Alessandra.

Sí, me gusta.

El nombre, claro.

Las horas pasan, y casi sin darme cuenta ya estamos todos en círculo, en medio de nosotros está una enorme fogata.
Estamos sentados en el suelo, con algunas mantas, ya que la noche es un poco fría aquí.

- Les digo, ese día en química explote el experimento que habíamos hecho.- dice un chico con cabellera rojo intenso.

Nos encontramos contando anécdotas sobre nuestros años en preparatoria y de la vida también.
Todos nos reímos por lo que dice, creo que su nombre es Aidan.

- ¿Tienen algún talento?- dice Elena a mi lado mientras se abriga más.

- Bueno, me gusta pintar.- dice una chica.

- Yo bailo.- dice alguien más.

- La verdad no tengo ni uno.

Nos reímos.

- Aquí mi amigo sabe tocar la guitarra.- me mira con una enorme sonrisa.

- ¿En serio?- habla Victoria.

- Sí.

- ¿La tienes ahora?

- Sí, está en la casa de campaña.

- Anda, tócanos una canción.

- Mis dedos están congelados.

- ¡Vamos! No seas llorón.- me pega Elena.

- ¡Nicolás! ¡Nicolás! ¡Nicolás!- dicen todos, animándome.

- ¡Bien! Iré por ella.

Me pongo de pie, camino hacia la casa y tomo la guitarra, la saco de su funda y regreso a la fogata.

Tomo asiento de nuevo en mi lugar, afino las cuerdas para que la melodía salga bien.

- Bueno, si me equivoco es por mis dedos eh.- advierto.

- Ya, no seas payaso y apúrate.- dice Leon.

- Cállate.

Me rio un poco, después aclaro la garganta y empiezo a tocar. Es una canción muy poco conocida, pero a mí me gusta.

- We're arre falling and wee need a place to hide.

Comienzo a cantar, moviendo mis dedos con agilidad sobre las cuerdas.

- Wake up, feeling the cold in between our toes.

Observo como todos me miran, arropados con sus parejas de al lado o sólo con una manta.

Alterno mis ojos por todos, hasta que nuevamente los dejo sobre Alessandra.

Me mira, bajo La Luz de la fogata se ve aún más tierna, esta abrigada con una cobija de lana color morada, sus ojos están puestos en los míos.

Y por un leve momento, me muestra una sonrisa, una pequeña.

Pero eso fue más que suficiente para que todos desaparecieran y sólo quedáramos nosotros dos, mis dedos siguen, mi boca se mueve.

Pero mi mente está pensando en ella, en cómo sería probar sus labios, en cómo sería su voz diciendo mi nombre.

Pierdo el control de mis dedos, y me equivoco en una nota.

- Les dije.- sonrío de lado.

- Fue hermoso.- dicen todos.

La verdad no quiero admitir que fue culpa de la chica de ojos avellana que me desconcentró con su sonrisa.
Y esto no se puede quedar así.

Mientras todos hablan, yo me pongo de pie y camino hacia donde esta.
Tomo asiento a su lado, le sonrío un poco y la miro directo a los ojos.

- Hola.- hablo.

- Hola.

Una noche más a tu lado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora