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| Play dirty — Kevin McAllister, SEBELL |

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| Play dirty — Kevin McAllister, SEBELL |

Si en alguna parte de esta retorcida vida aún queda un dios... espero que nos perdone por lo que él acaba de hacer. La chica murió desangrada frente a mis ojos. No hice nada para ayudarla, de todas maneras, ¿Por qué lo haría? Sería una mentira enorme si dijera que me importaban las mujeres que pasaban por esa mesa metálica... odio mentirme. Es la ley de sobrevivencia, siempre diré, ellas o yo.

Soy demasiado egoísta para permitir pensar que mi vida será reducida a un pedazo de carne en vegetales, él quiere que me quiebre, si puedo permitir robarle el único poder que cree tener de mí, se lo pondré difícil; Lucha, llora, quiébrate antes que yo.

Lo complicaré hasta el día que me liberes.

—Mira el desastre que hiciste...—rozó sus dedos en mi boca, tocando mis dientes llenos de sangre.—Te ves gloriosa con la sangre en tu cara, pero te verías más gloriosa en una mesa.

Me zafé de su agarre, mirando sus zapatos de cuero.—Lame la sangre de mis zapatos. Tú los ensuciaste, hiciste que me cayeran en mis zapatos nuevos.

Me negué, mirándolo a los ojos. Su metro noventa se hacía ver en ese momento, sus hombros anchos abarcaban toda la luz que me pegaba de frente, el piso frío hacía que el lugar se sintiera lúgubre. Me quitó el pelo de la cara, volviendo a limpiar la sangre de mi cara. Buscó algo de su bolsillo, un corta cartón.

No penetrará tanto en la piel como lo haría el bisturí, pero créeme que será de igual de doloroso, porque no es el arma, sino la fuerza que se utilice con la victima. ¿Los limpias?

Quité las manos de mis piernas y me incliné hacia adelante, oliendo el metal de la sangre combinado con el olor del cuero y el limpiador del piso... quería vomitar, otra vez, pero haría que me lo trague. Respiré profundo, pasando mi lengua por el zapato.

Acercó una silla y se sentó, estirando el pie para que lo tome y él pueda ver como lo hago.—Te ves hermosa.—musitó en voz baja, inclinando la cabeza hacia la derecha, observando en silencio mientras mordía su labio inferior.

La sangre resbalaba por mi labio inferior, el sabor después de acostumbrarse no era tan horrible como en el inicio, este se me hacía exótico. Al terminar con el primer pie, esbozó una sonrisa. La sangre me chorreaba por el cuello, llenando mi ropa del tono color ladrillo.

—Vamos por la izquierda, mi amor.—Levantó la pierna derecha, observándome.

Gatee hacia la otra pierna, mirándolo en el proceso.

Creía que este sería el momento perfecto para contar el cuento de caperucita roja, en donde caperucita entra en la cabaña y el lobo la hace probar la sangre de su abuela aún caliente en el suelo de la cabaña... un final retorcido para una niña que decidió creerle a un lobo mentiroso en vez de seguir el instinto de no cruzarse con gente que puede matarte.

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