La chica le sonrió.

—Me alegra que pensemos similar. —Extendió la mano para darle un apretón—. Mi nombre es Reina, y ¿el tuyo?

—Yo soy Cielo, mucho gusto.

—Encantada. Con solo verte puedo saber que eres una chica de cultura. ¿Cuáles son tus autores favoritos?

Ella se rio apenada.

—Este, la verdad es que no he leído ningún libro por mi cuenta.

—Guau, ¿en serio? No lo hubiera imaginado. Bueno, cada quien tiene sus tiempos, descuida. —Notando que la encapuchada se preparaba para seguir su discurso y que Cielo había dirigido su atención a ella, añadió apresuradamente—: ¿Sabes? Iba en camino a una exposición de arte. Planeaba ir a verla con un amigo, pero al final no pudo venir. ¿Te gustaría acompañarme?

La idea le pareció interesante.

—Suena bien. Vamos.

Con esto, se pusieron en camino. Alzando una mano en forma de explicación, Reina comentó:

—Esta es otra buena frase que nos puede ayudar a reflexionar mejor sobre lo que acabamos de observar; la dijo Huxley: «La eficacia de una propaganda política y religiosa depende esencialmente de los métodos empleados y no de la doctrina en sí. Las doctrinas pueden ser verdaderas o falsas, pueden ser sanas o perniciosas, eso no importa. Si el adoctrinamiento está bien conducido, prácticamente todo el mundo puede ser convertido a lo que sea».

—Vaya, sí es muy cierta, sí que eres conocedora —replicó admirada, lo cual hizo a Reina sonreír.

Prosiguieron contándose datos básicos sobre sus vidas para conocerse mejor. Reina tenía veinte años y le gustaba el arte en general, aunque lo que más le atraía era la literatura; también le gustaban los deportes. Por su parte, Cielo no estaba segura de qué era lo que ahora le gustaba, pues todavía se encontraba en su transición a una nueva versión de sí misma. Solo estaba segura de que le gustaba Mía, pero prefirió no hablar de ella porque le pareció demasiado personal y arriesgado.

Pronto llegaron a la sala de exposición. Las pinturas eran preciosas y tenían un tema en común: el altruismo. Era evidente que el autor, o era un genio, o había dedicado gran parte de su vida a desarrollar sus habilidades.

—Magnífico —alabó Reina—. Con solo verlas siento que sana mi espíritu. Esta exposición representa perfectamente la frase de Jung: «Conozca todas las teorías. Domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana sea apenas otra alma humana».

Cielo sonrió. Se sentía a gusto con esta chica. Después de Mía, era la segunda persona con la que había sentido que podría conectar.

—Así es, estas pinturas son maravillosas. Tu amigo se las perdió.

Contentas, siguieron explorando la sala.

—¿Cómo es tu relación con tus amigos? —preguntó Reina.

—Mmm, pues por bastante tiempo fue muy superficial. No me enorgullezco de decir que fue algo tóxica, pues así era yo. A pesar de eso, siento que sí hemos tenido suficiente buena afinidad, lo cual agradezco bastante. Actualmente he cambiado y creo que podré ser una mejor amiga; aunque me preocupa que lo que estoy aprendiendo me llegue a distanciar de ellos porque no es una manera común de pensar —agregó, un tanto nerviosa.

Los tonos del cieloWhere stories live. Discover now