Azul

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—Así que ahora es azul.

Salió del callejón por quinta vez. Alzó la mirada hacia las enormes y reconfortantes nubes blancas. Definitivamente ya no era la misma persona de antes; esa dimensión la había ayudado a cambiar. «No me importa si tengo que experimentar todos los colores existentes, aunque sea doloroso seguiré avanzando». Recordó su nueva interacción con Mía y se sonrojó con ternura. «Vaya, entonces ahora nos tratamos así, qué bonito. Ella me ha ayudado mucho. Le demostraré que ahora soy una buena persona».

Recorrió la zona con tranquilidad, hasta que en un alto un carro se detuvo frente a ella. Adentro venían sus amigos de la prepa.

—¡Cielo, qué bueno que te encontramos! —excamó Lucía amigablemente desde el asiento del copiloto—. Sube, nosotros te llevamos a la fiesta.

—Sí, sube —apoyaron Isabel y Roberto, alegres. Él iba manejando y ella le acababa de quitar el seguro a la puerta.

Cielo dudó de ellos, recelosa.

—¿Fiesta? ¿Qué fiesta?

—Ya sabes, la que va a ser en el Jardín —aclaró Lucía.

«No tengo ni idea de qué hablan, pero bueno, supongo que es inevitable que vaya».

—Ah, sí, claro —replicó sonriente y luego entró al auto, sentándose junto a Isabel.

—¿Cómo has estado? —preguntó ella.

—Bien, y ¿ustedes?

—También bien —respondieron los tres al unísono.

—Qué bueno. —Se preguntó si aquellas versiones de sus amigos sabrían lo mismo que las reales, así que decidió averiguarlo—. Ay, Roberto, se me acaba de olvidar el nombre de la chica con la que sales, ¿cómo me dijiste que se llamaba?

—Se llama Paulina —rio él—. La vi hace rato.

—¡Superbien! ¿Cómo van las cosas con ella?

—Seguimos igual, aunque algo me dice que dentro de poco seremos novios —confesó, evidentemente enamorado.

—Ay, espero que sí —comentó Isabel—, es una buena chica.

—Esperemos que sí. —Cielo se dirigió a ella—. Y a ti ¿cómo te va con tus clases?

—¡Mejor! Ya sabe más rico lo que preparo. De hecho, traje unos pastelitos, están en la cajuela.

—Genial, ya se me antojaron —replicó alegre—. Y ¿Coco cómo está, Lucía?

—Ay, ese gato. Ya se recuperó por completo. Se la pasa de vago. Espero que aprenda para que no se vuelva a lastimar así.

Cielo se rio.

—Ojalá sí haya aprendido. Me alegra que ya esté bien. —«Pues al parecer sí saben lo mismo que mis amigos reales. Interesante»—. Ah, y ¿quién organizó la fiesta?

—Es un evento que organizó la ciudad y ya —contestó Roberto.

Siguieron conversando tranquilamente. Les tomó unos cuantos minutos más llegar al lugar que, como su nombre lo indicaba, se trataba de un jardín bastante amplio. Había puestos de comida y mesas de madera distribuidas por la zona, así como una banda local que se esmeraba tocando. Cielo se asombró al darse cuenta de que muchos de sus conocidos se encontraban ahí. No cabía duda de que los más relevantes no faltaban: hasta sus exparejas y sus padres estaban presentes. «Esto ya vuelve a parecer un sueño». Pensó con gracia. La única que faltaba era Mía.

Los tonos del cieloWhere stories live. Discover now