94 - Aunque te quiero...

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¿Acaso me enamore de mi mejor amigo por el mismo encanto que tenía atrapadas a las chicas? No lo sabía. Max era mi mejor amigo, con quien compartí toda mi niñez y adolescencia. Debió ser eso, eso debió enamorarme, su compañía incondicional...y sus ojos azules, sus manos que solían enamorar a las mías con sus caricias, sus cabello, su porte... Ese encanto también era culpable de manipular mis sentimientos.

Llegué a casa, más bien al barrio donde vivía. Me encontraba parado frente a la puerta de la casa donde quizá mi mejor amigo debía estar esperándome. Me toqué las mejillas calientes con las palmas de las manos con solo imaginar que me esperaba. Me miré y suspiré hondo. Aun llevaba el uniforme del colegio y la mochila con mi block de notas. Pensé que quizá debía dejar la mochila antes de verlo. No quería que piense lo desesperado que estaba por encontrarme con él.

Primero decidí ir a casa, dejar la mochila, cambiarme el uniforme del colegio, cenar y, como último, verlo. De esa manera no me mostraría como un desesperado. Mientras caminaba recordé que solía ir de frente a su casa cuando él faltaba al colegio. No me preocupaba por cambiarme ni en dejar mi mochila en casa. La situación era muy diferente porque nuestros sentimientos nos habían cambiado. Traté de despejar esos recuerdos para apurar mi paso.

Llegué a casa en medio de mis pensamientos. No fue necesario tocar el timbre porque esa puerta se abrió y lo vi...

Mi mejor amigo Max fue quien abrió la puerta de mi casa, no mi mamá como solía hacerlo. Era real, Max estaba frente a mí como si nunca se hubiese ido. Fueron tres largos meses, tan pocos comparados con años, pero esos meses fueron una eternidad junto a la noticia de saber que no volvería a verlo. Me quedé mudo frente a Max cuando recordé nuestro último contacto en esa video llamada: La confesión, mi voz temblorosa y el brusco corte sin despedidas.

Bajé la mirada por la culpa y por la vergüenza. Nos conocíamos desde pequeños, pero eso no impidió que me sintiera torpe, sin nada que poder decirle. Max sonrió como siempre, tan natural y amable. Su sonrisa me tranquilizó un poco, pero no me quitó los nervios que sentía.

—Hola, Caramel —me saludó deslizando lentamente la palma de su mano por mi mejilla.

—Hola —respondí tratando de sonar natural.

— ¿Me extrañaste? —preguntó...

Me dieron unas ganas de empujarlo, irme corriendo a mi habitación, encerrarme y no salir nunca. Ya no quería que siguiera mirando mi rostro sonrojado. Deseé tanto que él me dijera que me extrañó con la misma intensidad que yo, pero allí estaba, tan inalterable.

Agradecí tanto que mamá se apareciese en la puerta. Ella Llevaba puesto un mandil con estampado de caramelitos y una pañoleta en el cabello. No se sorprendió cuando me vio parado en la puerta porque esa era la hora que acostumbraba a llegar después del colegio.

—Hola, cariño —mamá me saludó dándome un beso en la mejilla—, sube a cambiarte y baja rápido para cenar. Max, mejor compra una gaseosa de tres litros —le dijo a mi amigo dándole dinero.

Max salió en dirección a la tienda y yo hacia mi habitación. La mesa ya estaba servida cuando bajé. Papa, mamá, la mamá de Max, su hermana y él se encontraban sentados alrededor de la mesa. Me senté apresurado para no hacerlos esperar.

La conversación fue la misma de siempre cuando Max cenaba con nosotros después de su regreso: Sobre el viaje de Max, los estudios, las responsabilidades después de terminar el colegio y comentarios sobre las noticias nacionales. Esta última se extendió después de terminar de cenar, ya que los adultos decidieron continuar la conversación en la sala.

La hermana de Max se quedó un rato, pero decidió irse a la casa de su padre después de darse cuenta que el primo de Max no se iba a aparecer en la reunión. Max se acercó a mí, me sonrió y rozó su mano con la mía para llamar mi atención sin que nadie se diese cuenta.

—Vamos a tu habitación —me dijo bajito, quizá con la intensión de no alterar mis nervios.

Me le quedé mirando nervioso. La intensión de Max por no alterarme no había funcionado. Me negué con un lento meneo de mi cabeza.

—Si no vamos les diré a tus padres y a mi madre que estamos enamor... —no pudo terminar de hablar, o al menos no lo escuche, porque salí en dirección hacia las escaleras que me llevaban a mi habitación.

Max me detuvo. Ni siguiera había subido el quinto escalón cuando de repente me sujetó del brazo para detenerme en plena subida. No fue brusco, nunca lo era. Yo me volteé para verlo y pedirle que me soltara el brazo. Alguien podía subir. La situación no era comprometedora, pero mis pensamientos convertían en comprometedora cualquier situación con Max. El me soltó el brazo solo después de acorralarme contra la pared. Esa sí era una situación muy comprometedora que cualquiera podía mal interpretar a pesar de ser chicos.

—Dilo otra vuelta, Caramel, quiero volver a escucharlo.

No supe que hacer, me quedé helado. Max se acercó mucho más hacia mí, agarró mi rostro con ambas manos y pegó su nariz con la mía. Sus labios estaban muy cerca de los míos.

—Tengo miedo. Qué pasará, Max —dije para detener sus intenciones de besarme.

—No es complicado, solo dilo, después descubriremos que pasará.

— ¿No estás molesto conmigo por dejar de comunicarme contigo, Max? La última vez me comporté muy mal contigo.

—La última vez fue la mejor de todas, Caramel. Quiero volver a escucharlo, dilo otra vez.

No me daba opciones. Sus ojos azules me miraban fijamente sin distraerse de los míos a pesar de que mi mirada rehuía de ellos. Max me dio un beso en la mejilla lentamente, dejándome sentir sus labios sobre mi piel. Él se alejó un poco y luego posó sus dedos sobre mis labios mientras se relamía los suyos.

—Te extrañe tanto, no sabes cuánto —dije agarrando su mano para que dejase de tocarme—. Solo he pensado en ti desde que te fuiste. No puedo estar sin ti. No quiero que te vayas, quiero que te quedes, porque, porque...eres importante. No me obligues a que me esfuerce a vivir sin ti, Max, quédate...Max, yo...Max eres importante, Max yo...Eres mi mejor amig...

Realmente me sentí muy, muy torpe. Mi lengua se enredaba, no me dejaba decir nada. Mientras hablaba y hablaba sin parar, Max se iba acercando a mí a cada segundo. Su cercanía fue nublando mi vista hasta debilitarme por completo

Max me besó.

No dejó que siguiera con mi torpe forma de decirle que también lo quería, solo me besó intensa y vergonzosamente. Sus labios me quemaron, me controlaron e hicieron que me olvidara por primera vez de todo. Me olvidé que estábamos en medio de la escalera y que nuestros padres se encontraban en la sala conversando de noticias. Las voces que provenían de la sala desaparecieron como efecto provocado por la fricción de sus labios. Él se adueñó de mi razonamiento, lo manipuló, lo hizo trizas. Tan solo dejó que sintiera la suavidad y su sabor en mis labios. Cuando se detuvo descubrí que sus ojos azules me miraban cariñosamente.

A penas podía respirar...

—Max, te quiero —dije cubriéndome el rostro con las manos. Estaba muy avergonzado—, también te quiero. Estoy enamorado de ti.

—Ves que no es complicado decirlo —me dijo acariciándome el cabello para tranquilizarme—. No sabes cuánto he deseado escucharlo, Caramel. Fuiste tan injusto cuando lo dijiste en esa video llamada, porque en ese momento te quise a mi lado. Yo también estoy enamorado de ti, Caramel, no amo a nadie más que a ti. Yo también se amar, puedo amar porque Caramel existe para mí.

Max retiró mis manos de mi rostro para que pudiera ver su hermosa sonrisa. Se veía tan fresco como siempre, pero el brillo de sus ojos era muy intenso. Bajé la mirada porque ya no pude seguir manteniéndola sobre la suya.

—Seremos castigados, Max, lo seremos. Qué pasará con nosotros.

Max se recostó en la pared, a mi lado, y enlazo sus dedos con los míos.

—Pasará lo que queramos, mi Caramel — dijo apretando su mano con la mía.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora