25.- Police

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El pizarrón marcaba los números 39 y 40 bajo los nombres de Kujo y Kakyoin. Una apuesta por una eterna rivalidad en el precinto los mantenía a los dos registrando la cantidad de arrestos que hacían semanalmente y, este día, era el último para contabilizar.

El pelirrojo iba a la cabeza por un punto, pero el detective Kujo no iba a dejar que el otro le ganara tan fácilmente.

Ambos salieron a sus respectivos casos e investigaciones, dispuestos a derrotar al otro, ya que ambos habían puesto mucho en juego en aquella apuesta.

Si Kakyoin ganaba, Jotaro tendría que darle su gorra, aquella que era tan importante y especial para él; si Jotaro ganaba, Kakyoin tendría que pasar todo un día laboral vestido como mujer, incluido patrullaje, investigación y arrestos. Para asegurarse de que, en ningún momento se cambiara de ropa, estaría con él todo el tiempo.

Casi llegando a las cinco de la tarde, Kakyoin ganaba por un punto y llegaba con dos personas más. Se paró orgulloso mostrando al pelinegro sus dos arrestos, pero este ni siquiera sacó sus manos de sus bolsillos.

—¿Qué? Te gano por dos puntos —dijo Kakyoin.

Jotaro le apuntó al área de retención, mostrando una gran cantidad de hombres.

—Diez solicitantes de prostitución a menores de edad extranjeras. Gano yo. Te dejé tu ropa para mañana en tu escritorio.

Sin más, se dio media vuelta, tomó sus cosas y se retiró de la oficina.

Kakyoin quedó de piedra y, en su escritorio, vio muchos estuches de ropa.

—Alguien le puso mucha dedicación a la ropa que usarías —dijo Polnareff.

Kakyoin suspiró y tomó toda la ropa, más la caja con zapatos que no había visto, y se las llevó a casa.

Al día siguiente, odiando cada cosa que veía, se puso un conjunto de jeans negros ajustados, una blusa con volantes de encaje, chaqueta de cuero corta y entallada, y unos botines con tacón.

Avergonzado, salió de su casa, añadiendo lentes de sol para no llamar mucho la atención y trató de no mirar a nadie.

Una vez que llegó a la oficina miró con ira a Jotaro y fue a encararlo.

—Pasé por el frente de una construcción, me silbaron y me gritaron algo sobre mi "escote". En el tren de camino acá me miraban mucho y un tipo se arrimó mucho a mi espalda. Fui el hazmerreír de toda la ciudad, espero que estés feliz.

—Lo estoy. Lo mejor es que debemos salir a investigar un caso. Te mueves bien con tacones para ser tu primera vez, por cierto.

—No, no voy a salir de aquí. No porque me importe algo mi ropa, sino porque no quiero saber nada de ti ni tener nada que ver contigo, ni hoy ni el resto de mi vida. No tienes idea la humillación que he pasado y el día aún ni comienza.

—Lamentablemente no es opcional, son órdenes del capitán —dijo Jotaro.

—Lo veremos en la reunión.

Llegada la reunión, efectivamente, debían trabajar juntos, por lo que tuvieron que salir y Kakyoin pasó gran parte de la vigilancia en silencio.

—¿Café? —preguntó Jotaro notando que el pelirrojo bostezaba seguido.

—No.

—No iba a hacerte ir por él tampoco.

No iba a ceder, por lo que Jotaro salió del auto mientras el pelirrojo miraba por los binoculares sin descanso. Jotaro volvió con dos cafés y le acercó uno a Kakyoin.

—Dije que no.

—Tu orgullo me vale mierda, Kakyoin, no me sirve un compañero dormitando. Bébelo.

El pelirrojo tomó el vaso de café y dio un sorbo, y siguió mirando por los binoculares.

—Ahí está —dijo dando un sorbo más grande de café y soltó su cinturón de seguridad.

Jotaro lo siguió y ambos salieron del auto, corriendo en dirección a los sujetos. Pelearon y forcejearon un poco, afortunadamente, sin necesidad de disparar ningún arma. Se llevaron a los sospechosos e incautaron la droga que estaban contrabandeando, y volvieron al precinto.

—Caminas, corres y peleas con tacones como si nada —mencionó Jotaro en el camino de vuelta.

—Talento.

—Te ves bien... Me gusta.

Kakyoin se sonrojó y miró el perfil de Jotaro, poniéndose un poco nervioso. Desvió la mirada hacia la ventana y sonrió. Maldito sea Jotaro, no podía odiarlo... 

30 Days JotakakOù les histoires vivent. Découvrez maintenant