~𝒫𝒶𝓈𝓉~⁴

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Past

- ¿A donde siempre? - Preguntó el anciano, volviendo su mirada hacia atrás para ver a su pasajero

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- ¿A donde siempre? - Preguntó el anciano, volviendo su mirada hacia atrás para ver a su pasajero

Argentina se sobresaltó levemente, como si lo despertaran de un sueño, volviendo a la realidad después de haber estado sumido en sus pensamientos.
Había estado tan concentrado en su propia mente que tan solo se había subido al carruaje en silencio y expresión seria, sus ojos clavados al suelo, ni siquiera había saludado al querido humano que conducía el vehículo.

Observó al Señor Trioppoti por unos momentos, como si aún procesara la pregunta que este había hecho.

- Sí - Respondió finalmente - Sí... A donde siempre -

El anciano dió un pequeño asentimiento y le marcó a sus caballos que comiencen a caminar, uno manchado, como una vaca y otro blanco de manchas grises.

Mientras la velocidad subía lentamente, el argentino se fijó mejor en los caballos.

- Uno cambio... - Dijo en un murmullo bajo, casi como si se hablará a sí mismo

El humano soltó un leve "¿Hm?" Despistado, extrañado ya que el país no solía hablar durante los viajes.

- Uno de tus caballos - Aclaró, subiendo el volumen de su voz para el anciano - El negro ya no está -

- Oh - Soltó el Señor Trioppoti, divertido - Mi yegua, Noche, está a punto de dar a luz, así que no está trabajando - Contó con alegría - Lo último que necesitamos es un caballo teniendo potrillos a mitad del viaje - Rió

- Hm... Atrasaría todo - Habló el país

- Sí, pero también pondría a la yegua en peligro ¿Viste? - Agregó el humano

El silencio reinó por unos cuantos segundos, antes de que la voz del mayor pudiera ser escuchada nuevamente.

- A mi mujer le encantaban los caballos - Contó en voz tranquila - Así nos conocimos ¿Sabías? -

Argentina volvió su atención al humano, extrañamente curioso por lo que decía.

- La yegua, Noche, era suya en realidad... Yo tenía a un corcel blanco, Aguzanieves lo llamé - Empezó a relatar su historia, había un deje nostálgico en su anciana voz, ocasionada por el recuerdo de los momentos de su lejana juventud - Nos conocimos un día, Domingo, 4 de Marzo - Continuó - Éramos adolecentes nomás, casi adultos, en el campo, ella iba con Noche y yo con Aguzanieves... Nos emocionamos por conocer a otro entusiasta de los caballos y nos hicimos amigos... Ni nos imaginábamos que íbamos a estar casados de grandes -

El país argentino se apoyó en el respaldo de su asiento mientras cerraba los ojos, concentrándose en el relato del anciano y en el sonido de las pisadas de los caballos contra el suelo, como tratando de transportarse al mundo de su historia.

°•~Key~•°  (NazArg)Where stories live. Discover now