Capitulo 1

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Ya ha pasado más de una semana desde que Rubius tiene sueños extraños. Pero no en plan, soñar con que vuela o con que todos sus dientes se caen, no. Sus sueños son de tipo más... confusos, al menos para él.

Si bien las historias que ocurren en cada sueño es diferente, el protagonista es siempre el mismo: un muchacho alto, de cabello negro en punta y ojos morados. Pensarán, ¿qué tiene de extraño soñar con un muchacho?, pues bien, Rubén no conoce a este chico. Claro que no, recordaría conocer a alguien con ojos morados, ¿cierto?, no es un color común.

Además, recordaría conocerlo, al ser el chico más atractivo que Rubén ha visto en su corta vida.

En fin, ahora Rubén no puede sacar esos hermosos y brillantes ojos morados de su mente. Le persiguen a cada momento del día, y mucho más por la noche, a la hora de irse a dormir.

El primer sueño ocurrió un lunes, no fue nada extraño ni fuera de lo normal. En él, el muchacho de ojos llamativos se encontraba en una isla flotante, y en ella se encontraba una gigantesca mansión rodeada por una muralla de piedra. De ella descendían cascadas de agua, al igual que unas grandes escaleras que vistas desde abajo parecían llevarte hasta el cielo. Rubén quedó embelesado ante aquella pieza arquitectónica, por lo cual le resultó fácil recordar aquel sueño, a diferencia del segundo y del tercero, que por desgracia había ya olvidado pero que sin ninguna duda, tenían qué ver con ese extraño hombre.

El cuarto fue un poco más interactivo. Ésta vez, Rubius se encontraba pescando junto al chico a la orilla del mar, ambos sentados en la arena. Esa noche Rubius pudo escuchar por primera vez la voz del chico, sin dudas encantadora al igual que su risa. Luego de un par de minutos de conversación con el de ojos morados, Rubius despertó por la mañana del día siguiente, con la sonrisa más boba que ha tenido en toda su vida.

Fue ahí cuando Rubius supo que tenía un problema.

Sin embargo, el más inquietante de sus sueños fue el de la noche anterior. En el séptimo sueño, Rubén se encontraba en el bosque, rodeado de nada más que árboles. De pronto, escuchó cómo las hojas de los arbustos se movían, generando sonidos tenebrosos para su oído. Miró a su alrededor, y dió tres pasos hacia atrás. Uno, dos, tres...

De entre los arbustos apareció un arquero, apuntando directamente hacía él. Rubius entró en pánico, no llevaba su escudo con él. Calló al suelo, y sin más remedio, cerró sus ojos, arrugó la nariz y cubrió su rostro con sus brazos, como si eso fuera a evitar el impacto de la flecha. Escuchó la flecha impactar contra algo sólido, y abrió sus ojos. Ahí estaba él, el muchacho de ojos morados. Le había salvado la vida.

El chico le dedicó una sonrisa cómplice a Rubén, quién aún no sabía cómo reaccionar. El extraño le tendió la mano, animándole a levantarse, pero mientras Rubius aceptaba la ayuda, una flecha le atravesó el brazo, impidiéndole levantarse y regresándolo al suelo sin piedad.

Esa noche Rubén despertó sudando, con la respiración agitada y el corazón a punto de estallar en su pecho, además de un ligero dolor en su brazo izquierdo.

–Rubiuh, ¿estás bien tío?– preguntó Mangel, sacando al rubio de sus pensamientos.

–¿Eh? Sí, macho... ¿por qué lo dices?

–Es que llevas una cara... estás tan pálido que parece como si hubieras visto un fantasma.– Rubius suspiró cansado mientras apoyaba sus codos en la mesa y su cabeza entre sus manos, sí que ha soñado con un fantasma.

–No he dormido nada esta semana, tío– soltó Rubius –He tenido sueños muy extraños, pesadillas, cosas muy raras que no me dejan dormir.

–Uyy... ¿Rubius teniendo sueños húmedos otra vez?– rió Alexby, del otro lado de la mesa.

–Lo normal, con lo caliente que se mantiene el niño– apoyó Fargan, al lado de Alex.

–Cállense, no es eso– gruñó Rubius, mientras hacia su mejor intento por quedarse despierto.

–Necesitas dormir eh– dijo Mangel, apoyando su mano en el hombro de Rubius –¿Qué te parece si te quedas hoy a dormir en mi casa? Así puedes descansar por hoy y estaré para cuidarte si tienes alguna pesadilla.

–No, no te preocupes Mangel, aún tengo que arreglar algunas cosas en mi casa y darle de comer a Juan Carlos– explicó Rubius –Además, no creo que a Lolito le agrade la idea.

Sonrió amargamente con su último comentario. Ya todo Karmaland estaba enterado del amor que había surgido entre Mangel y Lolito, ya no intentaban ocultarlo. Sin embargo, es algo que Rubius no ha podido aceptar del todo.

–Está bien, pero no dudes en hablarme si necesitas mi ayuda en algo, ¿sí?– ofreció Mangel, con una amistosa y cálida sonrisa.

–Claro que no, hombre. Sé que puedo contar contigo– Rubius le devolvió la sonrisa, se despidió de todos sus amigos y salió de aquel restaurante, comenzando a caminar hacia su casa.

Al llegar, cerró la puerta tras él con mucha delicadeza, y buscó a Juan Carlos, su cerdo, con la mirada. Luego de encontrarlo, lo alzó en sus brazos y lo abrazó un rato, sintiéndose finalmente en casa. Dejó a su amigo de cuatro patas en el suelo nuevamente, y caminó con pereza hasta su dormitorio.

Sería una larga noche de sueños extraños, como todas las otras.

En mis sueños (Rubegetta) Where stories live. Discover now