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Cuando vi a Mike en la sala quise morirme y no renacer

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Cuando vi a Mike en la sala quise morirme y no renacer. Prácticamente atropellando a mi abuela entró y me abrazó como si nunca le hubiera dicho que no quería seguir con él.

―¿Qué haces acá? ―mi voz salió pinchada.

―Te vine a buscar. No respondes mensajes ni  llamadas. ―dijo en una mezcla de inglés y rígido castellano.

―¿Y eso no te quiso decir algo? ¡No quería responderte!

―Vamos, linda, ambos sabemos que  has venido hasta aquí por despecho. Eres una mujer adulta, estas cosas no se hacen.

―¿Hacer qué?

―Renunciar a tu trabajo, renunciar a mí por un estúpido casamiento. ―¿Estúpido casamiento?¿Qué?

―Quise hacerlo y lo hice, ¿es tan difícil de entender?

―Hablé con Ava y reconsideró que vuelvas al colegio, no puedes rechazar esa oferta, querida.

Como una tonta quedé inmóvil por un segundo, mis palabras atascadas en mi garganta.

―¿Vos le insiste a Ava para que me contactara? ―La esperanza por haber conseguido una segunda oportunidad por mérito propio, se esfumó. No eran mis lauros los que convencieron a la directora del colegio de que me contratara nuevamente sino la persuasión de uno de los aportantes económicos más importantes del instituto. 

¿Cómo no lo vi?

―Cariño, hay millones de entrenadoras calificadas, ¿tan inocente eres como para creer que fue tu experiencia la que inclinó la balanza? ―Una bofetada moral me dejó sin habla. Mi abuela nos miraba de lejos, desilusionada con mi inacción.

Quise gritarle que se fuera de mi vista, darle una patada voladora en el culo que lo mandara directamente a Londres sin escala...en cambio, presa del estupor, tomé asiento en una de las sillas de la sala.

―Viajé un montón de kilómetros para llevarte a casa, cariño. ―De rodillas, sacó un estuche de su bolsillo. ¡No, no y no! ―. No sé qué hiciste con la otra sortija, quizás la vendiste, o te lo robaron en este país tercermundista, pero no importa. Te compré otro. Es más grande y significa cuánto vales para mí ―Exhibió orgullosamente este cascote facetado que resplandecía frente a mí, encandilándome. Era enorme, nada delicado, pomposo. A la fuerza, me tomó de la mano y a presión, metió el anillo bruscamente.

―¡Mike!¡Sacámelo!¡Ni siquiera dije que sí!

―Vamos, no te resistas. Estamos destinados a ser. ―¿Desde cuándo repetía frases de sobrecitos de café?

En ese momento, un golpe en la puerta nos sobresaltó a los tres.

Rogué porque fuera un pedido de comida que tocó en una puerta equivocada, un testigo de Jehová perdido en su día de inculcación divina, cualquier persona menos la que pensé.

"En lo profundo de mi alma" - (Completa)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant