Un poco muy cortos.

Y al parecer Luz pensaba lo mismo, ya que pudo notar que, de forma supuestamente discreta, la morena enganchaba la parte inferior de la prenda, tirando de ella para estirarla, descubriendo un poco de su vientre en el proceso.

Huh...

La piel de Luz era considerablemente más clara en su vientre.

Frustrada, la morena tiró de la camiseta también, intentando cubrir su estómago mientras la piel de sus mejillas se sonrojaba levemente.

Eso logró que la parte superior de la camiseta descubriera sus clavículas.

Wow...

Amity no había notado lo atlético del físico de su amiga, su cuerpo era delgado, sí, pero las prendas que ahora ostentaba permitían ver lo trabajado de sus músculos, particularmente de sus hombros levemente abultados y las piernas claramente torneadas.

No la escuchó, pero pudo ver como resoplaba con resignación, poniéndose el balón debajo del brazo para llevarse la mano a la cabeza, peinando la corta melena y deshaciéndose de los mechones pegados a su frente con sudor.

― ¡Amity!

― ¡AH! ― La aludida saltó con sorpresa ante la estridente voz masculina.

― ¡Pero que sorpresa verte aquí!

Amity, descolocada, se giró a ver el origen de la voz.

Tomó toda su fuerza de voluntad no rodar los ojos.

Ante ella estaba un joven alto, de piel tan clara como la suya, rizos negro azabache, ojos azules, complexión atlética y ropa deportiva.

― Hola Josh. ― Saludó con aspereza, girando el rostro de nuevo a donde estaba su amiga.

Pero el joven se plantó justo frente a ella.

Y Amity tuvo que reprimir un gruñido.

―¿Sabías que iba a estar aquí?

― No Josh, estoy esperando a Luz y a mi hermano.

― ¿Luz?

― Es mi amiga.

― ¡Oh! La chica de pelo corto con la que te vas todos los días.

La castaña se irguió con sorpresa.

― ¿Todos los días?

― Toda la semana.

La hija del decano frunció el ceño al no haber notado el tiempo que pasaba con Luz.

Luego respingó.

― ¡¿Me estás espiando?!

El joven retrocedió defensivamente.

― ¡Claro que no! ― Luego volvió a dar un paso al frente. ― Sólo me gusta admirarte desde lejos.

El joven tomó todo su valor y posó su mano derecha sobre el hombro de la castaña.

― No tendría que hacerlo si aceptaras salir en una cita conmigo. ― Le dijo con la sonrisa más seductora que pudo ofrecer.

Amity frunció el ceño con desdén.

Le estaba costando mantener su fachada de señorita cortés.

― ¡Vamos! ― Le escuchó seguir. ― Podemos ir al cine, o al parque, donde tú quieras, prometo tratarte como una princesa.

Amity no pudo evitar rodar los ojos.

Tomó con desagrado la mano posada en su hombro y la retiró con poco tacto.

El pecado de florecerOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz