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Third Reich, se había quedado dormido en su desgastado sillón, pero fue despertado por un ruido de arañazos en la puerta principal. Al presenciar ese extraño suceso se quedo viendo fijamente la entrada escuchando con atención, pero no pudo oír nada más que la tormenta rugiente afuera y el fuego crepitante que calentó agradablemente el interior de su cabaña.

Suspiró pensando que probablemente solo era su imaginación. Después de todo, ¿quién arañaría su puerta en medio de la noche y especialmente mientras el cielo desatara una enorme y terrible tormenta en el bosque?

Probablemente solo era un mapache desesperado en busca de comida. El hombre se rió entre dientes al pensar en eso. Nunca alimentaría a una de esas pequeñas molestias y se arriesgaría a tener unos días más tarde todo un ejército de ellas en su patío delantero.

Se estiró un poco para luego levantarse de su sillón e ir a su dormitorio pero nuevamente volvio a oír los arañazos, deteniendose de golpe. Esta vez miró la puerta con el ceño fruncido y deseó que el visitante se fuera. Hacía tiempo que no recibía visitas y se alegraba por ello. Los turistas que estaban desesperadamente perdidos, que caminaban por la zona y que le pedían direcciones era suficiente para él.

Entonces volvió a preguntarse, ¿quién en su sano juicio rasguñaria en medio de la nada su puerta? Porque en realidad vivía en medio de la nada y estaba contento con su hogar apartado. Nadie lo molestaba y podía disfrutar del pacífico bosque que lo rodeaba. Quizás era un cambiaformas tigre como él, pero simplemente no podía soportar a otras personas. Hacían que le picara la piel. Por lo tanto, vivir en lo profundo del bosque era perfecto.

Otro ruido más fuerte afuera de su puerta se volvio a escuchar haciendo que se le erizara el vello de los brazos.

-Estúpidos mapaches..-murmuró en voz baja mientras se dirigía hacía la puerta, decidido a darle a la criatura una advertencia. Abrió la puerta de golpe, listo para patear cualquier cosa que quisiera entrar, pero se detuvo.

Allí, en el umbral de su puerta, se encogió un bulto tembloroso, empapado y cubierto de barro que dejaban rastro en las tablas de la madera de su porche delantero. Pero no era un mapache. Incluso en la penumbra, sabía que era más pequeño y tenía una apariencia más felina. Quizás un gato del bosque.

Mantuvo su mirada fría aunque un poco sorprendido al ver un cachorro indefenso frente a él. Claramente un cachorro llamando a su madre. Reich sabía que debía cerrar la puerta y fingir que no vio nada hasta que la madre apareciera y se ocupará de su cría o simplemente la naturaleza seguiría su curso. No debería interferir, realmente no debería.

La lastimosa criatura tropezó con unos pequeños pasos hacia adelante y se dejó caer, con la cabeza apoyada en su pie mientras lo miraba con sus grandes y brillantes ojos azules llenos de miedo y frío.

-No me mires así -se quejó y movió su pie para que el cachorro se alejara. Pero no se movió, incluso se acurrucó más cerca. Pudo distinguir el pelaje húmedo y sucio del pequeño felino. Las manchas oscuras se desvanecian al madurar, pero en ese momento ayudaban al cachorro a mezclarse con su entorno mientras la madre estaba cazando y no podía protegerlo. O al menos eso seria si no estuviera en esa situación ahora y no veía a la madre por ningun lado.

Suspiró de nuevo. Cerrar la puerta y olvidarse del cachorro era lo mejor que podía hacer. ¿Qué pasa si la madre aparece y ve a su cachorro con un tigre? Seguro se volvería loca con él.

Pero en el fondo sabía que el puma mayor estaba muerta. Ninguna madre permitiría que su hijo deambulara solo en esta tormenta. El cachorro seguramente moriría si cerraba la puerta.

-Sólo por esta noche, ¿entendido? -advirtió y la pequeña cría gimió en voz baja. Ahogo un gemido frustrado, ¿Por qué estaba hablando con un cachorro de puma? Quizás la soledad finalmente lo volvió loco.

Sacudiendo el pensamiento, agarró al animal empapado y lo llevó dentro. Se acurrucó sobre sí mismo por reflejo y se mantuvo en silencio hasta que lo puso sobre una toalla vieja para secarlo. Vio como el pequeño comenzaba a llamar a su madre como una sirena sacandole una mueca molesta por el ruido. Sospechaba que esta noche sería muy larga.

Incluso después de secarlo lo más rápido posible, el cachorro no dejaba de gemir y retorcerse. Reich lo miró con impotencia. Obviamente, él no era una hembra y por lo tanto, no tenía idea de que hacer al respecto. Demonios, ¡ni siquiera tenía algunos instintos maternales!

-¿Puedes decirme que es lo que quieres? No puedo leer las mentes -trató discutir, pero el cachorro no estaba interesado en sus palabras. Continuó haciendo ruido y eso lo ponia inquieto y nervioso.

-¿Tienes hambre? -volvio a intentar con esperanza, pero seguia sin prestarle atención. ¿Estaba herido? Suavemente pasó los dedos por el pelaje húmedo, pero no pudo ver ninguna herida.

-Así que, ¿eres sólo un cachorro malhumorado que busca problemas, eh? -Ahogo un grito al sentir una mordida en su dedo, vio como el cachorro jugaba con su dedo y al tratar de liberarse este se aferraba aún más. Entrecerró los ojos quedandose en silencio mientras escuchaba los gruñidos juguetones.

-Eres raro -le dijo a la cosita que simplemente parpadeó y procedió a seguir mordiendo su dedo felizmente-

Suspiró dirigiendose al sillón donde se dejó caer para luego colocar sobre su estomago al pequeño felino. El cachorro miró el fuego totalmente paralizado e incluso se olvidó de su nuevo juguete para masticar. Reich inspeccionó su dedo maltratado, pero los pequeños dientes no le habian hecho ningún daño real, aunque el dolor aun permanecia.

El cachorro bostezó exhausto y se tranquilizó. Limpió su pelaje con su lengua áspera y bostezó unas cuantas veces más antes de parpadear con cansancio y acurrucarse mejor en su lugar. El hombre pasó suavemente los dedos por el suave pelaje del felino haciendo que este resople con cansancio.

-Duerme un poco, pequeño -murmuro y vio al cachorro relajarse lentamente encima de él.

Afuera, la tormenta seguía rugiendo con fuerza ilimitada y destruía todo lo que no era lo suficientemente fuerte para resistir su furia. Pero aquí, literalmente en la cueva del gran Tigre, el cachorro se encontraba sano y salvo.

𝐌𝐈 𝐃𝐄𝐒𝐓𝐈𝐍𝐀𝐃𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora